¿Es posible concebir el museo como un ácido o la exposición como una sustancia lisérgica? La Zona Rainbow es una lectura ácida. Una aproximación al espacio expositivo contemporáneo y posrelacional desde una lógica que, inspirada en la obra de Claire Bishop, hace hincapié en la virtualización, la performatividad, los estados no ordenados de consciencia y las ambivalencias del lugar.
Se puede descargar el código del ácido sonoro replicable de La Zona Rainbow, programado en Pure Data programado por Oscar Martín (aka Noish) en https://gitlab.com/oscar__noish
A continuación algunos fragmentos textuales.
hola a todes,
¿Qué tal?, ¿cómo lleváis los límites?, ¿os los están tocando?, ¿os están tocando los límites?, ¿habéis siquiera abierto la caja del temón, del hit emocional, estáis trabajando en ello?,
Una pastilla es un límite. Decía Julia Ramírez-Blanco que “las pastillas son los límites de la (auto)representación del capitalismo y sus formas de vida preventiva”. Contra el dolor. Contra la tristeza. Contra la vejez. Una pastilla es un límite. Una pastilla es la utopía de la autorrepresentación capitalista. Una utopía que, paradójicamente, se proyecta sobre la base de una abundancia-sin-límites… sin límites porque siempre estamos a ciertos productos de distancia. Sin límites. Pero, contrariamente a lo que parece, lo que mejor que hace el capitalismo es, precisamente, calcular límites. El capitalismo sería lo que Alfredo Aracil señaló como “un conocimiento sobre los límites”: una máquina que se pregunta cómo ampliar el límite relativo para que el límite absoluto no se desparrame y se descomponga, un cálculo para que la acumulación de valor siga sucediendo. Más naranjas, más tomates, más amor. Pastilla a pastilla, se conquista el territorio de nuestra vida, nuestra psique y nuestra salud mental. Una pastilla es la autorrepresentación de la utopía capitalista y hoy parece que la utopía capitalista de la benzodiacepina neoliberal (la que nos quiere más tranquiles, más segures y sin trastornos del sueño ni ansiedad) ha llegado a su fin, ha colapsado. Crisis de las benzodiacepinas, crisis del capitalismo y crisis de los límites de la subjetividad neoliberal. Crisis de vida.
[…]
En La Zona Rainbow, lo “ácido” no necesitaría designar un interés en las drogas como tal, podría hacer referencia a una voluntad general por desplegar tecnologías materiales del “no-yo” a fin de explorar formas de conciencia y colectividad no limitadas por las ideologías del individualismo liberal. La Zona Rainbow sería un ácido y una tecnología del “no-yo”, una “práctica superterapéutica” en el sentido de que indagaría en “algo más que la reparación y/o experimentación del sujeto infligido por la vida cotidiana bajo los efectos del capitalismo avanzado para seguir trabajando, indagaría en algo que pueda hacer sentido en lo que John Protevi en sus ensayos sobre fisiología política denomina, en sintonía con Deleuze y Spinoza, ‘pasiones alegres’”. Las “pasiones alegres” serían la materia prima de la construcción de la idea común, tienden a la creación de cuerpos y planos sociales cada vez más potentes, guardan una relación con la potencia: expanden la potencia de hacer y de ser afectades.
Estas “pasiones alegres” producidas por el acid code de La Zona Rainbow han sido programadas con Pure Data (sonido) y arduino IDE (luz), y se se inscribirían en lo que conocemos como “ciberdelia”: una cibernética lisérgica que explora códigos más allá del protocolo 60Hz, el protocolo Tesla de la corriente alterna que cambia 60 veces la polaridad. La patente 60Hz homogeneizó las frecuencias con las que nos enredamos cada día. Sin embargo, podríamos haber decidido hace décadas que nuestra corriente sería la de las frecuencias SUMA, que son las ondas de la madre tierra (7.8,14,20,26,33,39,45). Antes de acabar y pasar a la escucha, decir que para entender las potencias de la ciberdelia sería necesario atender al hecho de que la cibernética y la cibercultura no siempre ha estado orientada a las estructuras del self como apuntaría la Zona Gris de Bishop. De hecho, fue también en los años noventa, cuando Bourriaud escribiría su clínico diagnóstico, que junto con el desarrollo de la electrónica y la WWW, emergieron nuevas subjetividades que internet posibilitaba a la vez que también resurgieron ciertos sueños utópicos de la vieja psicodelia que consistían en comprometerse con una empatía cósmica, disolución del ego, ser parte de un todo y una consciencia más elevada acerca del límite de consumo infinito. Es significativo que el auge de la cibernética se diera en San Francisco, California, Silicon Valley, a lo largo de los sesenta confluyendo en el mismo territorio que acogería las prácticas psicodélicas del s.XX. Así lo señala el editor Ezquiel Fanego en sus investigaciones cuando hace hincapié en las especificidades geográficas de California, “territorio de fronteras físicas y metafóricas”, cuna de los saberes fronterizos y limítrofes y madre de “la nueva frontera” cibernética.
Ahora sí, antes de cerrar la lectura y entrar en Rainbow, compartir con vosotres el hecho de que el código ácido programado por Martin&Bunster (replicable que tenéis a vuestra disposición en https://gitlab.com/oscar__noish).
Este código es una reapropiación de la música binaural que los metamedios narcocapitalistas y utilitaristas como Youtube o Spotify han diseminado a gran velocidad para limpiar el ruido del cerebro de les usuaries y favorecer y optimizar sus estados de concentración. Nuestro anti-Muzak toma como punto de partida la música binaural para después torcerla y producir una composición en las frecuencias del rango Delta y Theta a fin de experimentar sobre a los efectos que el espectro de estas frecuencias pueden generar en nuestro sistema hormonal y neurológico. Pero a diferencia de los healing-audios narcocapitalistas, el anit-Musak –conformado por dos subwoofers alineados al flujo lumínico que desprenden los umbrales fluorescentes programados para la ocasión– desplazaría el “estado mental” de la escucha con auriculares propia de la música bianual (10Hz de diferencia entre oídos) para producir una “experiencia háptica”. Esta transformación se produciría mediante la inserción de la variable “espacio físico/sala de exposición” en la ecuación. La creación del espacio sonoro binaural correspondería, pues, a la idea que la conciencia es un sistema de código abierto; escaparía al cálculo matemático y científico de la experiencia sonora que promocionan los metamedios; y, sería la clave para la creación de un lenguaje ácido que abrazaría el caos y la indeterminación provocada factores propios del espacio físico como, por ejemplo, el número de personas que habitan la sala, su movimiento, la temperatura ambiental, los materiales que conforman la estructura material del lugar, etc. Solo así, a través de la turbulencia generada por la suma de la variable espacial en el lugar de encuentro de las audiencias, sería posible acceder a los saberes fronterizos y a lo desconocido. Puede que incluso el acid code nos induzca al viaje ciber-astral. Y quizás, en el mejor de los casos– puede que incluso nos disuelva en la experiencia comunal del espacio expositivo contemporáneo y posrelacional.
[…]
Propongo un breve viaje por las frecuencias programadas para el ácido Rainbow, y os animo a todes a ir al Bòlit con unas esterillas para poder hacer la escucha de:
Ácido: 01:59:42:00
Rainbow: 7 zonas (00:10:00:00) + 7 interzonas (00:06:06:06)