NÚRIA GÓMEZ GABRIEL
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Núria Gómez Gabriel (Barcelona, 1987) es doctora en comunicación por la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona con la tesis Espectropolíticas. Imagen y Hauntología en las prácticas artísticas contemporáneas (2021) por la que, en mayo de 2023, recibe el XXI Premio Extraordinario de Doctorado. Su práctica profesional atraviesa las pedagogías críticas, la curaduría de arte y la escritura de ensayo. Trabaja como docente en el Máster Universitario en Culturas Visuales del ESCAC (Terrassa), Grado en Arte y Diseño de la Universidad Autónoma (Barcelona), Grado de Bellas Artes y Grado de Diseño de Moda de la Bau (Barcelona). Publica los  libros de ensayo Traumacore. Crónicas de una disociación feminista (Cielo Santo, 2023) y Love me, Tinder (Temas de hoy, 2019). Escribe para diversas plataformas culturales como TEXTE ZUR KUNST, El País, Caja Negra Ed.Blog, CCCBLAB Investigación e Innovación en Cultura, A*Desk Critical Thinking o TEATRÓN; y, en revistas académicas como Teknokultura. Revista de Cultura Digital y Movimientos Sociales (Universidad Complutense Madrid) o Contratexto (Facultad de Comunicación de la Universidad de Lima). Ha colaborado como curadora e investigadora cultural en instituciones como Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (Madrid), Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB), Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA), Fabra i Coats (Barcelona), Arts Santa Mònica (Barcelona), TABAKALERA Centro Internacional de Cultura Contemporánea (San Sebastián), Centro de Arte dos de Mayo (Madrid), Hangar Centro de Investigación y Producción para las Artes Visuales (Barcelona), Bòlit Centre d’Art Contemporani (Girona) y La Casa Encendida (Madrid), entre otras; y, en festivales como FEMTEK Prácticas Artísticas Contemporáneas. Feminismos y tecnología (Bilbao), Festival de Literatura Amplificada Kosmopolis (Barcelona) o Festival Internacional de Videoarte LOOP Barcelona. A lo largo de 2021 ha formado parte de jurados de selección de convocatorias y premios culturales como la Beca de Interactivos de Hangar (Barcelona), Residencias de Creación del Centro de Dansa La Caldera de Les Corts (Barcelona), Premi Miquel Casablancas del Sant Andreu Contemporani de Barcelona y Premi Art Nou Primera Visió de la Asociación de Galerías de Barcelona. En septiembre de 2021 recibe el premio INÉDITOS 2022 de La Casa Encendida con su propuesta curatorial LAS MALAS y en 2023 gana la Beca Barcelona Producció de La Capella de Barcelona con la exposición Ángel Peligrosamente Búho [duelos, espectros y materialidad].

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PRÓXIMAS ACTIVIDADES

“¿Qué significa vivir una vida feminista?” Esta pregunta, que atraviesa la obra de Sara Ahmed, es el punto de partida para este curso donde exploraremos su pensamiento sobre cuerpos, normatividad y resistencia desde una perspectiva feminista y queer. Las sesiones serán un espacio para dialogar en colectivo, compartir experiencias y construir nuevas formas de pensar y actuar frente a las estructuras de poder que moldean nuestras vidas.

Curso impartido junto al sociólogo, activista gay y traductor Javier Sáez en cuatro sesiones y se aproximen a la obra de Ahmed. Será presencial los días 15 y 29 de enero, 13 y 26 de febrero, El horario será de 18:30 a 20:00 en La Ciutat Invisible. La actividad está organizada en conjunto por Caja Negra y Bellaterra.

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ENTREVISTAS Y RESEÑAS

«Una plaga de polillas». Mención del ensayo Traumacore. Crónicas de una disociación feminista (Cielo Santo, 2023) por Silvia Nanclares Escudero en el Público. 17 de agosto de 2024. Link

«’TRAUMACORE’ VS. ‘NO DESITJARÀS ELS BÉNS DEL PROÏSME’». Review de Traumacore. Crónicas de una disociación feminista (Cielo Santo, 2023) por Itziar Feito y Carlos Acevedo en el blog de FINESTRES. 12 de julio de 2024. Link

«En nuestro taller, un tweet o un post de Instagram están en el mismo nivel literario que un poemario editado y publicado en papel». Entrevista por Clara Ferrer en ULTIMA HORA. 28 de junio de 2024. Link

«La disociación feminista sirve para pensar un viaje de ida y vuelta». Entrevista por Sara Plaza Serna en Pikara MAGAZINE. 22 de mayo de 2024. Link

«Núria Gómez Gabriel – Cicatrices hechas comunidad». Entrevista por Elsa Moreno en METAL MAGAZINE. 24 de abril de 2024. Link

«El retorno de la mujer monstruo». Mención de Traumacore. Crónicas de una disociación feminista por Ingrid Guardiola en MERCURIO. 13 de abril de 2024. Link

«La urgencia femenina de no tomarte esa pastilla». Mención de Traumacore. Crónicas de una disociación feminista por Noelia Ramírez en EL PAÍS. 19 de marzo de 2024. Link

«Núria Gómez Gabriel: «A las milenials nos educaron a partir del feminismo optimista del bienestar neoliberal»». Review de Traumacore. Crónicas de una disociación feminista por Berta Coll en Diari ARA. 19 de marzo de 2024. Link

«“Traumacore. Crónicas de una disociación feminista”, Núria Gómez Gabriel». Entrevista por Marc Giró y Noelia Ramírez en Vosté primer amb Marc Giró – Rac 1. 13 de marzo de 2024. Link

«Una ferida fastigosa”, Núria Gómez Gabriel». Review de Traumacore. Crónicas de una disociación feminista (Cielo Santo, 2023) por Laia Mauri Baraza en NÚVOL – Diari ARA. 21 de febrero de 2024. Link

«Disociadas». Entrevista por Begoña Gómez y Noelia Ramírez en motivo de la publicación del ensayo Traumacore. Crónicas de una disociación feminista (Cielo Santo, 2023) en el podcast Amiga, Date Cuenta de Radio Primavera Sound. 30 de enero de 2024. Link

«Neogóticas: por qué el horror mágico invade las narratives del trauma». Reseña de Traumacore. Crónicas de una disociación feminista (Cielo Santo, 2023) y entrevista por Noelia Ramírez en El País. 25 de enero de 2024. Link

«12 libros ‘nicho’ que abren conversaciones para un año de club de lectura muy gratificante». Reseña de Traumacore. Crónicas de una disociación feminista (Cielo Santo, 2023) por Alba Correa en Vogue Spain. 2 de enero de 2024. Link

«Las llamas que amparan el fuego: LAS MALAS. Inéditos de La Casa Encendida». Reseña de la exposición colectiva LAS MALAS realizada en el marco del premio de comisariado Inéditos 2022, por Miguel Pardo en Beatburguer. 29 de junio de 2022. Link

«Criaturas Vulnerables e Inéditos». Entrevista por María Taosa en GENERACIÓN YA ràdio 3. 15 de junio de 2022. Link

«Narcohumanismo, una estimulante exposición. Entrevista a Eloy Fernández Porta y Núria Gómez Gabriel» por Fidel Moreno en Cáñamo. Publicado originalmente en el número 293 de la revista Cáñamo España. Link

«’Narcohumanisme’, les drogues com a crossa del capitalisme» por Alexandre Roa Casellas en Bonart. 18 de mayo de 2022. Link

«Entrevista: Núria Gómez Gabriel i Eloy Fernández Porta – Narcohumanisme» por Girona FM. 11 de mayo de 2022. Link

«La química de l’entusiasme» por Eduald Camps en Diari de Girona. 14 de abril de 2022. Link

«Narcohumanisme amb Núria Gómez Gabriel i Eloy Fernández Porta» Entrevista por Samanta Villar en Avui Sortim de RTVE. 29 de marzo de 2022. Link

«Narcocapitalismo: por qué el sistema nos necesita colocados y anestesiados» Reseña/ensayo a partir de exposición colectiva Narcohumanismo. Farmacias y estupefacientes en las prácticas artísticas actuales (Bòlit, 2022), por Noealia Ramírez  en El País. 26 de marzo de 2022. Link

«Narcohumanisme: les drogues com a evidencia de la nostra isuficiència» por Núria Surrell en NÚVOL ara.cat. 14 de marzo de 2022. Link

«Art i droga s’uneixen al Bòlit. Les seus de la Rambla i el Pou Rodó acullen a partir de demà ‘Narcohumanisme’, una exposició sobre l’impacte dels estupefaents en els individus i les relacions socials i polítiques» por Alba Carmona en Diari de Girona. 10 de marzo de 2022. Link

«El que pot un llibre #7» Conversación con Anna Pahissa en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona. 20 de noviembre de 2020. Link

«Es el mercado, amigo: no culpes al destino de lo que te pasa por usar Tinder», Entrevista por Sara Montero en cuartopoder.es. 10 de octubre de 2020. Link

«Tinder en tiempos de Covid. Diálogos en Red» Conversación con Cristina Hernández en La Térmica Centro de Cultura Contemporánea. 8 de octubre de 2020. Link

«Foddie Love con Núria Gómez Gabriel». Entrevista del programa Equilibristas de Radio 3. 20 de enero de 2020. Link

«Love me, Tinder: Què s’amaga darrera de l’app de moda?». Entrevista del programa El Matí de Catalunya Ràdio. 16 de septiembre de 2019. Link

«Ls felicidad en Tinder es el nuevo porno. Patrones sentimentales exhibidos en la red». Entrevista por Celia Blanco la SER. 3 de noviembre de 2019. Link

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AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. —