NÚRIA GÓMEZ GABRIEL
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Núria Gómez Gabriel (Barcelona, 1987) es investigadora en el ámbito de la comunicación y la cultura visual contemporánea. Su práctica atraviesa las pedagogías críticas, la escritura y la curaduría. Trabaja como profesora universitaria en el Grado en Artes y Diseño de la Universidad Autónoma de Barcelona (Escola Massana) y colabora como investigadora en el Colectivo de Investigación Estética de los Medios Audiovisuales de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, donde ha depositado su tesis doctoral Espectropolíticas. Imagen y hauntología en las prácticas artísticas contemporáneas (2016-2020). Ha formado parte de varios tribunales de evaluación pedagógica, entre ellos el de los Trabajos de Final de Máster en Diseño, Tecnología e Innovación en Moda (Bau Centro Universitario de Diseño, 2020) o el Máster de Comisariado en Arte Digital (ESDI Universitat Ramon Llull, 2020). Coautora del libro Love Me, Tinder (Temas de hoy, 2019). Publica en plataformas como CCCBLAB Investigación e Innovación en Cultura, A*Desk Critical Thinking o TEATRON; y, en revistas académicas como Teknocultura. Revista de Cultura Digital y Movimientos Sociales (Universidad Complutense Madrid) o Contratextos (Universidad de Lima). Se le concede la residencia del Programa de Apoyo a la Investigación del Centro de Estudios y Documentación del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona en 2018-2019.

Sus proyectos se han mostrado en contextos como el V Seminario Internacional de Cine de TABAKALERA (San Sebastián, 2020), FEMTEK Prácticas Artísticas Contemporáneas. Feminismos y tecnología (Bilbao, 2019), Festival de Literatura Ampliada Kosmopolis del CCCB (Barcelona, 2019), Festival Internacional de Videoarte LOOP  (Barcelona, 2016-2018), y en Las Jornadas de Estudio de la Imagen del CA2M (Madrid, 2016), entre otros. Sus actividades han sido programadas en salas de ocio nocturno de la ciudad de Barcelona como Abaixadors10 (2019) o Sala Be Good (2017). Ha formado parte de las exposiciones One Day I Stumbled Upon a Meteorite (Fabra I Coats, 2019), Arcana. Los secretos del Tarot (Chiquita Room, 2019), Llegible-Visible. Entre el fotograma y la página (Arts Santa Mònica, 2017), Autogestión (Fundació Joan Miró, 2017), Harun Farocki. Empatía (Fundació Antoni Tàpies, 2016), y en el ciclo de conferencias The Museum Is Closed (MACBA, 2017). Recibe la beca de producción artística de la Associació Catalana de Crítics d’Art por su proyecto de formación La Repetició (Arts Santa Mònica, 2018) y el premio Sala D’art Jove en modalidad investigación con syncinéma (MACBA, 2016).

Actualmente realiza la residencia de investigación curatorial ENCURA V de Hangar, La Casa Encendida y Planta-Alta (hablarenarte).

 

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PALPITAR PALPAR 25 de junio de 2020 · Texto para la exposición de Laura Llaneli en la galería ADN de Barcelona · Quien conozca la práctica artística de Laura Llaneli sabe que el sonido es un cuerpo pensante y que no se puede pensar sin comprender que las ideas son vibraciones tocantes; que más allá (y más acá) de la razón consciente existen las emociones, lo que no se puede decir con palabras ni notaciones. Para quien no la conozca, diré que con ella hemos aprendido a leer y escuchar de nuevo, a descubrir que la música es una actitud política, un estado de agitación y un conjunto de relaciones. Su investigación sonora no se puede entender, entonces, sin aceptar que el arte toma sentido como una sinfonía de provocaciones, estados y transiciones. Lo vimos en su crítica al patrón cultural del ritmo 4/4 en Scott4 (2017); en la recodificación del lenguaje sintético EL MIDI (2018); y, en su reciente elogio a Ada Lovelace, la programadora y su doble. Laura expone y se expone alzando su voz, siempre acompañada de partituras, imágenes y sintetizadores. Pero lo que nos presenta aquí es otra cosa. Parad un momento y escuchad: STOP METAFÍSICA, NO MÁS SEPARACIONES. Sabemos que nuestra forma de pensar, nuestro sentido común, es metafísico. Que vivimos, de forma habitual, atravesando polaridades continuamente (cultura/natura, masculino/femenino, humano/no-humano, persona/animal, habla/escritura, y así un largo etcétera). Esto no es sólo una sistema de oposición semántico, sino que establece una jerarquía constitucional y el orden de todas las cosas. Así es como la cultura está por encima de la natura y lo masculino… ya sabéis. Esta jerarquía opera de forma violenta, excluye la irracionalidad, lo que permanece oculto, las voces bajas, lo no-pensable, o lo menos importante. Vive la déconstruction, nos diría el filósofo francés de origen argelino, la lengua es siempre la lengua del otro. Esto Llaneli lo conoce muy bien. Por eso, en esta ocasión, da voz a la segunda parte de la oposición y es el instrumento el que nos toca. Palpitar Palpar (¡qué sonoridad tan preciosa!). Una audio-instalación dirían algunos o el parlamento de las cosas. Una comuna, un bosque, un pulmón, la red neuronal, una simbiosis… Una primera aproximación nos diría que el gesto de Laura Llaneli tiene que ver con una cierta idea de hospitalidad sonora, que incorpora las voces de otros cuerpos en su parla silenciosa.LLaneli nos presenta un único cuerpo material hecho de vibraciones. Su palabra es tu palabra, la suya y la de todas. Acero, magnetita y terciopelo. El habla de un solo cuerpo… ¿Lo notas? Este es el giro epistemológico que Palpitar Palpar presenta: un ejercicio de intimidad contra el lenguaje materno y sus dominaciones. ¿No es acaso la lengua materna el reverso de la autoridad paterna, origen de la individualidad y de las separaciones? ¿No se esconde bajo el tierno velo de su amor el orden de la ley y sus inscripciones? «Es con la lengua materna que aprendemos a hablar pero también a odiar todo lo que nos es ajeno» –diría la filósofa catalana Laura Llevadot–, «como si nos hubiera poseído y no pudiéramos escapar jamás de los embates de su sujeción». La única forma de resistir al dominio de la lengua que heredamos es, según Derrida, haciéndola pasar por una impropiedad, expropiarla. La conductividad tentacular de Palpitar Palpar expropia el lenguaje de su ideología binaria. Su concepción de lo performativo en lo escultórico tiene lugar como un desplazamiento de los valores y las ideas que hemos naturalizado desde bien pequeñas. Aquí la escucha no es individual ni a escala uno-uno, sino más bien un fenómeno comunal basado en el todos por igual. Y es precisamente esta escucha colectiva –algo que Laura comparte desde 2014 en la programación continuada de las Sesiones de eschucha–, lo que nos ofrece la posibilidad de explorar maneras en las que el sonido puede abrir nuevos canales para la percepción inter e infra subjetiva, conectando cuerpos, texturas y voces con diversos espacios de experiencia personal, estética y política, y acercándonos a la materia oscura que acecha al sonido cuando es un cuerpo impropio el que nos habla. Así, con un sencillo paso hacia atrás, Laura Llaneli nos recuerda que las esencias, los moldes y las identidades son un mito filosófico que ha devenido político. Que de madre solo hay una, insustituible y natural, es quizás la mayor ficción de nuestro sentido común. Igual que la capacidad de pensar reservada al privilegio de la personas. Preguntémonos, pues, como sugiere ella, cómo podríamos vivir desocupando el lugar que nos pertenece y deshagámonos, de una vez por todas, de las esencias, los ideales y las oposiciones. Palpitar Palpar no es un juicio de valor ni una maraña de seducciones. Me atrevería a decir que lo que se pone en juego en su invitación es precisamente otra cosa: la escucha como filosofía de la promiscuidad y la vida que se vive en las distancias cortas. — PALPITAR PALPAR 25 de junio de 2020 · Texto para la exposición de Laura Llaneli en la galería ADN de Barcelona · Quien conozca la práctica artística de Laura Llaneli sabe que el sonido es un cuerpo pensante y que no se puede pensar sin comprender que las ideas son vibraciones tocantes; que más allá (y más acá) de la razón consciente existen las emociones, lo que no se puede decir con palabras ni notaciones. Para quien no la conozca, diré que con ella hemos aprendido a leer y escuchar de nuevo, a descubrir que la música es una actitud política, un estado de agitación y un conjunto de relaciones. Su investigación sonora no se puede entender, entonces, sin aceptar que el arte toma sentido como una sinfonía de provocaciones, estados y transiciones. Lo vimos en su crítica al patrón cultural del ritmo 4/4 en Scott4 (2017); en la recodificación del lenguaje sintético EL MIDI (2018); y, en su reciente elogio a Ada Lovelace, la programadora y su doble. Laura expone y se expone alzando su voz, siempre acompañada de partituras, imágenes y sintetizadores. Pero lo que nos presenta aquí es otra cosa. Parad un momento y escuchad: STOP METAFÍSICA, NO MÁS SEPARACIONES. Sabemos que nuestra forma de pensar, nuestro sentido común, es metafísico. Que vivimos, de forma habitual, atravesando polaridades continuamente (cultura/natura, masculino/femenino, humano/no-humano, persona/animal, habla/escritura, y así un largo etcétera). Esto no es sólo una sistema de oposición semántico, sino que establece una jerarquía constitucional y el orden de todas las cosas. Así es como la cultura está por encima de la natura y lo masculino… ya sabéis. Esta jerarquía opera de forma violenta, excluye la irracionalidad, lo que permanece oculto, las voces bajas, lo no-pensable, o lo menos importante. Vive la déconstruction, nos diría el filósofo francés de origen argelino, la lengua es siempre la lengua del otro. Esto Llaneli lo conoce muy bien. Por eso, en esta ocasión, da voz a la segunda parte de la oposición y es el instrumento el que nos toca. Palpitar Palpar (¡qué sonoridad tan preciosa!). Una audio-instalación dirían algunos o el parlamento de las cosas. Una comuna, un bosque, un pulmón, la red neuronal, una simbiosis… Una primera aproximación nos diría que el gesto de Laura Llaneli tiene que ver con una cierta idea de hospitalidad sonora, que incorpora las voces de otros cuerpos en su parla silenciosa.LLaneli nos presenta un único cuerpo material hecho de vibraciones. Su palabra es tu palabra, la suya y la de todas. Acero, magnetita y terciopelo. El habla de un solo cuerpo… ¿Lo notas? Este es el giro epistemológico que Palpitar Palpar presenta: un ejercicio de intimidad contra el lenguaje materno y sus dominaciones. ¿No es acaso la lengua materna el reverso de la autoridad paterna, origen de la individualidad y de las separaciones? ¿No se esconde bajo el tierno velo de su amor el orden de la ley y sus inscripciones? «Es con la lengua materna que aprendemos a hablar pero también a odiar todo lo que nos es ajeno» –diría la filósofa catalana Laura Llevadot–, «como si nos hubiera poseído y no pudiéramos escapar jamás de los embates de su sujeción». La única forma de resistir al dominio de la lengua que heredamos es, según Derrida, haciéndola pasar por una impropiedad, expropiarla. La conductividad tentacular de Palpitar Palpar expropia el lenguaje de su ideología binaria. Su concepción de lo performativo en lo escultórico tiene lugar como un desplazamiento de los valores y las ideas que hemos naturalizado desde bien pequeñas. Aquí la escucha no es individual ni a escala uno-uno, sino más bien un fenómeno comunal basado en el todos por igual. Y es precisamente esta escucha colectiva –algo que Laura comparte desde 2014 en la programación continuada de las Sesiones de eschucha–, lo que nos ofrece la posibilidad de explorar maneras en las que el sonido puede abrir nuevos canales para la percepción inter e infra subjetiva, conectando cuerpos, texturas y voces con diversos espacios de experiencia personal, estética y política, y acercándonos a la materia oscura que acecha al sonido cuando es un cuerpo impropio el que nos habla. Así, con un sencillo paso hacia atrás, Laura Llaneli nos recuerda que las esencias, los moldes y las identidades son un mito filosófico que ha devenido político. Que de madre solo hay una, insustituible y natural, es quizás la mayor ficción de nuestro sentido común. Igual que la capacidad de pensar reservada al privilegio de la personas. Preguntémonos, pues, como sugiere ella, cómo podríamos vivir desocupando el lugar que nos pertenece y deshagámonos, de una vez por todas, de las esencias, los ideales y las oposiciones. Palpitar Palpar no es un juicio de valor ni una maraña de seducciones. Me atrevería a decir que lo que se pone en juego en su invitación es precisamente otra cosa: la escucha como filosofía de la promiscuidad y la vida que se vive en las distancias cortas. — PALPITAR PALPAR 25 de junio de 2020 · Texto para la exposición de Laura Llaneli en la galería ADN de Barcelona · Quien conozca la práctica artística de Laura Llaneli sabe que el sonido es un cuerpo pensante y que no se puede pensar sin comprender que las ideas son vibraciones tocantes; que más allá (y más acá) de la razón consciente existen las emociones, lo que no se puede decir con palabras ni notaciones. Para quien no la conozca, diré que con ella hemos aprendido a leer y escuchar de nuevo, a descubrir que la música es una actitud política, un estado de agitación y un conjunto de relaciones. Su investigación sonora no se puede entender, entonces, sin aceptar que el arte toma sentido como una sinfonía de provocaciones, estados y transiciones. Lo vimos en su crítica al patrón cultural del ritmo 4/4 en Scott4 (2017); en la recodificación del lenguaje sintético EL MIDI (2018); y, en su reciente elogio a Ada Lovelace, la programadora y su doble. Laura expone y se expone alzando su voz, siempre acompañada de partituras, imágenes y sintetizadores. Pero lo que nos presenta aquí es otra cosa. Parad un momento y escuchad: STOP METAFÍSICA, NO MÁS SEPARACIONES. Sabemos que nuestra forma de pensar, nuestro sentido común, es metafísico. Que vivimos, de forma habitual, atravesando polaridades continuamente (cultura/natura, masculino/femenino, humano/no-humano, persona/animal, habla/escritura, y así un largo etcétera). Esto no es sólo una sistema de oposición semántico, sino que establece una jerarquía constitucional y el orden de todas las cosas. Así es como la cultura está por encima de la natura y lo masculino… ya sabéis. Esta jerarquía opera de forma violenta, excluye la irracionalidad, lo que permanece oculto, las voces bajas, lo no-pensable, o lo menos importante. Vive la déconstruction, nos diría el filósofo francés de origen argelino, la lengua es siempre la lengua del otro. Esto Llaneli lo conoce muy bien. Por eso, en esta ocasión, da voz a la segunda parte de la oposición y es el instrumento el que nos toca. Palpitar Palpar (¡qué sonoridad tan preciosa!). Una audio-instalación dirían algunos o el parlamento de las cosas. Una comuna, un bosque, un pulmón, la red neuronal, una simbiosis… Una primera aproximación nos diría que el gesto de Laura Llaneli tiene que ver con una cierta idea de hospitalidad sonora, que incorpora las voces de otros cuerpos en su parla silenciosa.LLaneli nos presenta un único cuerpo material hecho de vibraciones. Su palabra es tu palabra, la suya y la de todas. Acero, magnetita y terciopelo. El habla de un solo cuerpo… ¿Lo notas? Este es el giro epistemológico que Palpitar Palpar presenta: un ejercicio de intimidad contra el lenguaje materno y sus dominaciones. ¿No es acaso la lengua materna el reverso de la autoridad paterna, origen de la individualidad y de las separaciones? ¿No se esconde bajo el tierno velo de su amor el orden de la ley y sus inscripciones? «Es con la lengua materna que aprendemos a hablar pero también a odiar todo lo que nos es ajeno» –diría la filósofa catalana Laura Llevadot–, «como si nos hubiera poseído y no pudiéramos escapar jamás de los embates de su sujeción». La única forma de resistir al dominio de la lengua que heredamos es, según Derrida, haciéndola pasar por una impropiedad, expropiarla. La conductividad tentacular de Palpitar Palpar expropia el lenguaje de su ideología binaria. Su concepción de lo performativo en lo escultórico tiene lugar como un desplazamiento de los valores y las ideas que hemos naturalizado desde bien pequeñas. Aquí la escucha no es individual ni a escala uno-uno, sino más bien un fenómeno comunal basado en el todos por igual. Y es precisamente esta escucha colectiva –algo que Laura comparte desde 2014 en la programación continuada de las Sesiones de eschucha–, lo que nos ofrece la posibilidad de explorar maneras en las que el sonido puede abrir nuevos canales para la percepción inter e infra subjetiva, conectando cuerpos, texturas y voces con diversos espacios de experiencia personal, estética y política, y acercándonos a la materia oscura que acecha al sonido cuando es un cuerpo impropio el que nos habla. Así, con un sencillo paso hacia atrás, Laura Llaneli nos recuerda que las esencias, los moldes y las identidades son un mito filosófico que ha devenido político. Que de madre solo hay una, insustituible y natural, es quizás la mayor ficción de nuestro sentido común. Igual que la capacidad de pensar reservada al privilegio de la personas. Preguntémonos, pues, como sugiere ella, cómo podríamos vivir desocupando el lugar que nos pertenece y deshagámonos, de una vez por todas, de las esencias, los ideales y las oposiciones. Palpitar Palpar no es un juicio de valor ni una maraña de seducciones. Me atrevería a decir que lo que se pone en juego en su invitación es precisamente otra cosa: la escucha como filosofía de la promiscuidad y la vida que se vive en las distancias cortas. — PALPITAR PALPAR 25 de junio de 2020 · Texto para la exposición de Laura Llaneli en la galería ADN de Barcelona · Quien conozca la práctica artística de Laura Llaneli sabe que el sonido es un cuerpo pensante y que no se puede pensar sin comprender que las ideas son vibraciones tocantes; que más allá (y más acá) de la razón consciente existen las emociones, lo que no se puede decir con palabras ni notaciones. Para quien no la conozca, diré que con ella hemos aprendido a leer y escuchar de nuevo, a descubrir que la música es una actitud política, un estado de agitación y un conjunto de relaciones. Su investigación sonora no se puede entender, entonces, sin aceptar que el arte toma sentido como una sinfonía de provocaciones, estados y transiciones. Lo vimos en su crítica al patrón cultural del ritmo 4/4 en Scott4 (2017); en la recodificación del lenguaje sintético EL MIDI (2018); y, en su reciente elogio a Ada Lovelace, la programadora y su doble. Laura expone y se expone alzando su voz, siempre acompañada de partituras, imágenes y sintetizadores. Pero lo que nos presenta aquí es otra cosa. Parad un momento y escuchad: STOP METAFÍSICA, NO MÁS SEPARACIONES. Sabemos que nuestra forma de pensar, nuestro sentido común, es metafísico. Que vivimos, de forma habitual, atravesando polaridades continuamente (cultura/natura, masculino/femenino, humano/no-humano, persona/animal, habla/escritura, y así un largo etcétera). Esto no es sólo una sistema de oposición semántico, sino que establece una jerarquía constitucional y el orden de todas las cosas. Así es como la cultura está por encima de la natura y lo masculino… ya sabéis. Esta jerarquía opera de forma violenta, excluye la irracionalidad, lo que permanece oculto, las voces bajas, lo no-pensable, o lo menos importante. Vive la déconstruction, nos diría el filósofo francés de origen argelino, la lengua es siempre la lengua del otro. Esto Llaneli lo conoce muy bien. Por eso, en esta ocasión, da voz a la segunda parte de la oposición y es el instrumento el que nos toca. Palpitar Palpar (¡qué sonoridad tan preciosa!). Una audio-instalación dirían algunos o el parlamento de las cosas. Una comuna, un bosque, un pulmón, la red neuronal, una simbiosis… Una primera aproximación nos diría que el gesto de Laura Llaneli tiene que ver con una cierta idea de hospitalidad sonora, que incorpora las voces de otros cuerpos en su parla silenciosa.LLaneli nos presenta un único cuerpo material hecho de vibraciones. Su palabra es tu palabra, la suya y la de todas. Acero, magnetita y terciopelo. El habla de un solo cuerpo… ¿Lo notas? Este es el giro epistemológico que Palpitar Palpar presenta: un ejercicio de intimidad contra el lenguaje materno y sus dominaciones. ¿No es acaso la lengua materna el reverso de la autoridad paterna, origen de la individualidad y de las separaciones? ¿No se esconde bajo el tierno velo de su amor el orden de la ley y sus inscripciones? «Es con la lengua materna que aprendemos a hablar pero también a odiar todo lo que nos es ajeno» –diría la filósofa catalana Laura Llevadot–, «como si nos hubiera poseído y no pudiéramos escapar jamás de los embates de su sujeción». La única forma de resistir al dominio de la lengua que heredamos es, según Derrida, haciéndola pasar por una impropiedad, expropiarla. La conductividad tentacular de Palpitar Palpar expropia el lenguaje de su ideología binaria. Su concepción de lo performativo en lo escultórico tiene lugar como un desplazamiento de los valores y las ideas que hemos naturalizado desde bien pequeñas. Aquí la escucha no es individual ni a escala uno-uno, sino más bien un fenómeno comunal basado en el todos por igual. Y es precisamente esta escucha colectiva –algo que Laura comparte desde 2014 en la programación continuada de las Sesiones de eschucha–, lo que nos ofrece la posibilidad de explorar maneras en las que el sonido puede abrir nuevos canales para la percepción inter e infra subjetiva, conectando cuerpos, texturas y voces con diversos espacios de experiencia personal, estética y política, y acercándonos a la materia oscura que acecha al sonido cuando es un cuerpo impropio el que nos habla. Así, con un sencillo paso hacia atrás, Laura Llaneli nos recuerda que las esencias, los moldes y las identidades son un mito filosófico que ha devenido político. Que de madre solo hay una, insustituible y natural, es quizás la mayor ficción de nuestro sentido común. Igual que la capacidad de pensar reservada al privilegio de la personas. Preguntémonos, pues, como sugiere ella, cómo podríamos vivir desocupando el lugar que nos pertenece y deshagámonos, de una vez por todas, de las esencias, los ideales y las oposiciones. Palpitar Palpar no es un juicio de valor ni una maraña de seducciones. Me atrevería a decir que lo que se pone en juego en su invitación es precisamente otra cosa: la escucha como filosofía de la promiscuidad y la vida que se vive en las distancias cortas. — PALPITAR PALPAR 25 de junio de 2020 · Texto para la exposición de Laura Llaneli en la galería ADN de Barcelona · Quien conozca la práctica artística de Laura Llaneli sabe que el sonido es un cuerpo pensante y que no se puede pensar sin comprender que las ideas son vibraciones tocantes; que más allá (y más acá) de la razón consciente existen las emociones, lo que no se puede decir con palabras ni notaciones. Para quien no la conozca, diré que con ella hemos aprendido a leer y escuchar de nuevo, a descubrir que la música es una actitud política, un estado de agitación y un conjunto de relaciones. Su investigación sonora no se puede entender, entonces, sin aceptar que el arte toma sentido como una sinfonía de provocaciones, estados y transiciones. Lo vimos en su crítica al patrón cultural del ritmo 4/4 en Scott4 (2017); en la recodificación del lenguaje sintético EL MIDI (2018); y, en su reciente elogio a Ada Lovelace, la programadora y su doble. Laura expone y se expone alzando su voz, siempre acompañada de partituras, imágenes y sintetizadores. Pero lo que nos presenta aquí es otra cosa. Parad un momento y escuchad: STOP METAFÍSICA, NO MÁS SEPARACIONES. Sabemos que nuestra forma de pensar, nuestro sentido común, es metafísico. Que vivimos, de forma habitual, atravesando polaridades continuamente (cultura/natura, masculino/femenino, humano/no-humano, persona/animal, habla/escritura, y así un largo etcétera). Esto no es sólo una sistema de oposición semántico, sino que establece una jerarquía constitucional y el orden de todas las cosas. Así es como la cultura está por encima de la natura y lo masculino… ya sabéis. Esta jerarquía opera de forma violenta, excluye la irracionalidad, lo que permanece oculto, las voces bajas, lo no-pensable, o lo menos importante. Vive la déconstruction, nos diría el filósofo francés de origen argelino, la lengua es siempre la lengua del otro. Esto Llaneli lo conoce muy bien. Por eso, en esta ocasión, da voz a la segunda parte de la oposición y es el instrumento el que nos toca. Palpitar Palpar (¡qué sonoridad tan preciosa!). Una audio-instalación dirían algunos o el parlamento de las cosas. Una comuna, un bosque, un pulmón, la red neuronal, una simbiosis… Una primera aproximación nos diría que el gesto de Laura Llaneli tiene que ver con una cierta idea de hospitalidad sonora, que incorpora las voces de otros cuerpos en su parla silenciosa.LLaneli nos presenta un único cuerpo material hecho de vibraciones. Su palabra es tu palabra, la suya y la de todas. Acero, magnetita y terciopelo. El habla de un solo cuerpo… ¿Lo notas? Este es el giro epistemológico que Palpitar Palpar presenta: un ejercicio de intimidad contra el lenguaje materno y sus dominaciones. ¿No es acaso la lengua materna el reverso de la autoridad paterna, origen de la individualidad y de las separaciones? ¿No se esconde bajo el tierno velo de su amor el orden de la ley y sus inscripciones? «Es con la lengua materna que aprendemos a hablar pero también a odiar todo lo que nos es ajeno» –diría la filósofa catalana Laura Llevadot–, «como si nos hubiera poseído y no pudiéramos escapar jamás de los embates de su sujeción». La única forma de resistir al dominio de la lengua que heredamos es, según Derrida, haciéndola pasar por una impropiedad, expropiarla. La conductividad tentacular de Palpitar Palpar expropia el lenguaje de su ideología binaria. Su concepción de lo performativo en lo escultórico tiene lugar como un desplazamiento de los valores y las ideas que hemos naturalizado desde bien pequeñas. Aquí la escucha no es individual ni a escala uno-uno, sino más bien un fenómeno comunal basado en el todos por igual. Y es precisamente esta escucha colectiva –algo que Laura comparte desde 2014 en la programación continuada de las Sesiones de eschucha–, lo que nos ofrece la posibilidad de explorar maneras en las que el sonido puede abrir nuevos canales para la percepción inter e infra subjetiva, conectando cuerpos, texturas y voces con diversos espacios de experiencia personal, estética y política, y acercándonos a la materia oscura que acecha al sonido cuando es un cuerpo impropio el que nos habla. Así, con un sencillo paso hacia atrás, Laura Llaneli nos recuerda que las esencias, los moldes y las identidades son un mito filosófico que ha devenido político. Que de madre solo hay una, insustituible y natural, es quizás la mayor ficción de nuestro sentido común. Igual que la capacidad de pensar reservada al privilegio de la personas. Preguntémonos, pues, como sugiere ella, cómo podríamos vivir desocupando el lugar que nos pertenece y deshagámonos, de una vez por todas, de las esencias, los ideales y las oposiciones. Palpitar Palpar no es un juicio de valor ni una maraña de seducciones. Me atrevería a decir que lo que se pone en juego en su invitación es precisamente otra cosa: la escucha como filosofía de la promiscuidad y la vida que se vive en las distancias cortas. — PALPITAR PALPAR 25 de junio de 2020 · Texto para la exposición de Laura Llaneli en la galería ADN de Barcelona · Quien conozca la práctica artística de Laura Llaneli sabe que el sonido es un cuerpo pensante y que no se puede pensar sin comprender que las ideas son vibraciones tocantes; que más allá (y más acá) de la razón consciente existen las emociones, lo que no se puede decir con palabras ni notaciones. Para quien no la conozca, diré que con ella hemos aprendido a leer y escuchar de nuevo, a descubrir que la música es una actitud política, un estado de agitación y un conjunto de relaciones. Su investigación sonora no se puede entender, entonces, sin aceptar que el arte toma sentido como una sinfonía de provocaciones, estados y transiciones. Lo vimos en su crítica al patrón cultural del ritmo 4/4 en Scott4 (2017); en la recodificación del lenguaje sintético EL MIDI (2018); y, en su reciente elogio a Ada Lovelace, la programadora y su doble. Laura expone y se expone alzando su voz, siempre acompañada de partituras, imágenes y sintetizadores. Pero lo que nos presenta aquí es otra cosa. Parad un momento y escuchad: STOP METAFÍSICA, NO MÁS SEPARACIONES. Sabemos que nuestra forma de pensar, nuestro sentido común, es metafísico. Que vivimos, de forma habitual, atravesando polaridades continuamente (cultura/natura, masculino/femenino, humano/no-humano, persona/animal, habla/escritura, y así un largo etcétera). Esto no es sólo una sistema de oposición semántico, sino que establece una jerarquía constitucional y el orden de todas las cosas. Así es como la cultura está por encima de la natura y lo masculino… ya sabéis. Esta jerarquía opera de forma violenta, excluye la irracionalidad, lo que permanece oculto, las voces bajas, lo no-pensable, o lo menos importante. Vive la déconstruction, nos diría el filósofo francés de origen argelino, la lengua es siempre la lengua del otro. Esto Llaneli lo conoce muy bien. Por eso, en esta ocasión, da voz a la segunda parte de la oposición y es el instrumento el que nos toca. Palpitar Palpar (¡qué sonoridad tan preciosa!). Una audio-instalación dirían algunos o el parlamento de las cosas. Una comuna, un bosque, un pulmón, la red neuronal, una simbiosis… Una primera aproximación nos diría que el gesto de Laura Llaneli tiene que ver con una cierta idea de hospitalidad sonora, que incorpora las voces de otros cuerpos en su parla silenciosa.LLaneli nos presenta un único cuerpo material hecho de vibraciones. Su palabra es tu palabra, la suya y la de todas. Acero, magnetita y terciopelo. El habla de un solo cuerpo… ¿Lo notas? Este es el giro epistemológico que Palpitar Palpar presenta: un ejercicio de intimidad contra el lenguaje materno y sus dominaciones. ¿No es acaso la lengua materna el reverso de la autoridad paterna, origen de la individualidad y de las separaciones? ¿No se esconde bajo el tierno velo de su amor el orden de la ley y sus inscripciones? «Es con la lengua materna que aprendemos a hablar pero también a odiar todo lo que nos es ajeno» –diría la filósofa catalana Laura Llevadot–, «como si nos hubiera poseído y no pudiéramos escapar jamás de los embates de su sujeción». La única forma de resistir al dominio de la lengua que heredamos es, según Derrida, haciéndola pasar por una impropiedad, expropiarla. La conductividad tentacular de Palpitar Palpar expropia el lenguaje de su ideología binaria. Su concepción de lo performativo en lo escultórico tiene lugar como un desplazamiento de los valores y las ideas que hemos naturalizado desde bien pequeñas. Aquí la escucha no es individual ni a escala uno-uno, sino más bien un fenómeno comunal basado en el todos por igual. Y es precisamente esta escucha colectiva –algo que Laura comparte desde 2014 en la programación continuada de las Sesiones de eschucha–, lo que nos ofrece la posibilidad de explorar maneras en las que el sonido puede abrir nuevos canales para la percepción inter e infra subjetiva, conectando cuerpos, texturas y voces con diversos espacios de experiencia personal, estética y política, y acercándonos a la materia oscura que acecha al sonido cuando es un cuerpo impropio el que nos habla. Así, con un sencillo paso hacia atrás, Laura Llaneli nos recuerda que las esencias, los moldes y las identidades son un mito filosófico que ha devenido político. Que de madre solo hay una, insustituible y natural, es quizás la mayor ficción de nuestro sentido común. Igual que la capacidad de pensar reservada al privilegio de la personas. Preguntémonos, pues, como sugiere ella, cómo podríamos vivir desocupando el lugar que nos pertenece y deshagámonos, de una vez por todas, de las esencias, los ideales y las oposiciones. Palpitar Palpar no es un juicio de valor ni una maraña de seducciones. Me atrevería a decir que lo que se pone en juego en su invitación es precisamente otra cosa: la escucha como filosofía de la promiscuidad y la vida que se vive en las distancias cortas. — PALPITAR PALPAR 25 de junio de 2020 · Texto para la exposición de Laura Llaneli en la galería ADN de Barcelona · Quien conozca la práctica artística de Laura Llaneli sabe que el sonido es un cuerpo pensante y que no se puede pensar sin comprender que las ideas son vibraciones tocantes; que más allá (y más acá) de la razón consciente existen las emociones, lo que no se puede decir con palabras ni notaciones. Para quien no la conozca, diré que con ella hemos aprendido a leer y escuchar de nuevo, a descubrir que la música es una actitud política, un estado de agitación y un conjunto de relaciones. Su investigación sonora no se puede entender, entonces, sin aceptar que el arte toma sentido como una sinfonía de provocaciones, estados y transiciones. Lo vimos en su crítica al patrón cultural del ritmo 4/4 en Scott4 (2017); en la recodificación del lenguaje sintético EL MIDI (2018); y, en su reciente elogio a Ada Lovelace, la programadora y su doble. Laura expone y se expone alzando su voz, siempre acompañada de partituras, imágenes y sintetizadores. Pero lo que nos presenta aquí es otra cosa. Parad un momento y escuchad: STOP METAFÍSICA, NO MÁS SEPARACIONES. Sabemos que nuestra forma de pensar, nuestro sentido común, es metafísico. Que vivimos, de forma habitual, atravesando polaridades continuamente (cultura/natura, masculino/femenino, humano/no-humano, persona/animal, habla/escritura, y así un largo etcétera). Esto no es sólo una sistema de oposición semántico, sino que establece una jerarquía constitucional y el orden de todas las cosas. Así es como la cultura está por encima de la natura y lo masculino… ya sabéis. Esta jerarquía opera de forma violenta, excluye la irracionalidad, lo que permanece oculto, las voces bajas, lo no-pensable, o lo menos importante. Vive la déconstruction, nos diría el filósofo francés de origen argelino, la lengua es siempre la lengua del otro. Esto Llaneli lo conoce muy bien. Por eso, en esta ocasión, da voz a la segunda parte de la oposición y es el instrumento el que nos toca. Palpitar Palpar (¡qué sonoridad tan preciosa!). Una audio-instalación dirían algunos o el parlamento de las cosas. Una comuna, un bosque, un pulmón, la red neuronal, una simbiosis… Una primera aproximación nos diría que el gesto de Laura Llaneli tiene que ver con una cierta idea de hospitalidad sonora, que incorpora las voces de otros cuerpos en su parla silenciosa.LLaneli nos presenta un único cuerpo material hecho de vibraciones. Su palabra es tu palabra, la suya y la de todas. Acero, magnetita y terciopelo. El habla de un solo cuerpo… ¿Lo notas? Este es el giro epistemológico que Palpitar Palpar presenta: un ejercicio de intimidad contra el lenguaje materno y sus dominaciones. ¿No es acaso la lengua materna el reverso de la autoridad paterna, origen de la individualidad y de las separaciones? ¿No se esconde bajo el tierno velo de su amor el orden de la ley y sus inscripciones? «Es con la lengua materna que aprendemos a hablar pero también a odiar todo lo que nos es ajeno» –diría la filósofa catalana Laura Llevadot–, «como si nos hubiera poseído y no pudiéramos escapar jamás de los embates de su sujeción». La única forma de resistir al dominio de la lengua que heredamos es, según Derrida, haciéndola pasar por una impropiedad, expropiarla. La conductividad tentacular de Palpitar Palpar expropia el lenguaje de su ideología binaria. Su concepción de lo performativo en lo escultórico tiene lugar como un desplazamiento de los valores y las ideas que hemos naturalizado desde bien pequeñas. Aquí la escucha no es individual ni a escala uno-uno, sino más bien un fenómeno comunal basado en el todos por igual. Y es precisamente esta escucha colectiva –algo que Laura comparte desde 2014 en la programación continuada de las Sesiones de eschucha–, lo que nos ofrece la posibilidad de explorar maneras en las que el sonido puede abrir nuevos canales para la percepción inter e infra subjetiva, conectando cuerpos, texturas y voces con diversos espacios de experiencia personal, estética y política, y acercándonos a la materia oscura que acecha al sonido cuando es un cuerpo impropio el que nos habla. Así, con un sencillo paso hacia atrás, Laura Llaneli nos recuerda que las esencias, los moldes y las identidades son un mito filosófico que ha devenido político. Que de madre solo hay una, insustituible y natural, es quizás la mayor ficción de nuestro sentido común. Igual que la capacidad de pensar reservada al privilegio de la personas. Preguntémonos, pues, como sugiere ella, cómo podríamos vivir desocupando el lugar que nos pertenece y deshagámonos, de una vez por todas, de las esencias, los ideales y las oposiciones. Palpitar Palpar no es un juicio de valor ni una maraña de seducciones. Me atrevería a decir que lo que se pone en juego en su invitación es precisamente otra cosa: la escucha como filosofía de la promiscuidad y la vida que se vive en las distancias cortas. — PALPITAR PALPAR 25 de junio de 2020 · Texto para la exposición de Laura Llaneli en la galería ADN de Barcelona · Quien conozca la práctica artística de Laura Llaneli sabe que el sonido es un cuerpo pensante y que no se puede pensar sin comprender que las ideas son vibraciones tocantes; que más allá (y más acá) de la razón consciente existen las emociones, lo que no se puede decir con palabras ni notaciones. Para quien no la conozca, diré que con ella hemos aprendido a leer y escuchar de nuevo, a descubrir que la música es una actitud política, un estado de agitación y un conjunto de relaciones. Su investigación sonora no se puede entender, entonces, sin aceptar que el arte toma sentido como una sinfonía de provocaciones, estados y transiciones. Lo vimos en su crítica al patrón cultural del ritmo 4/4 en Scott4 (2017); en la recodificación del lenguaje sintético EL MIDI (2018); y, en su reciente elogio a Ada Lovelace, la programadora y su doble. Laura expone y se expone alzando su voz, siempre acompañada de partituras, imágenes y sintetizadores. Pero lo que nos presenta aquí es otra cosa. Parad un momento y escuchad: STOP METAFÍSICA, NO MÁS SEPARACIONES. Sabemos que nuestra forma de pensar, nuestro sentido común, es metafísico. Que vivimos, de forma habitual, atravesando polaridades continuamente (cultura/natura, masculino/femenino, humano/no-humano, persona/animal, habla/escritura, y así un largo etcétera). Esto no es sólo una sistema de oposición semántico, sino que establece una jerarquía constitucional y el orden de todas las cosas. Así es como la cultura está por encima de la natura y lo masculino… ya sabéis. Esta jerarquía opera de forma violenta, excluye la irracionalidad, lo que permanece oculto, las voces bajas, lo no-pensable, o lo menos importante. Vive la déconstruction, nos diría el filósofo francés de origen argelino, la lengua es siempre la lengua del otro. Esto Llaneli lo conoce muy bien. Por eso, en esta ocasión, da voz a la segunda parte de la oposición y es el instrumento el que nos toca. Palpitar Palpar (¡qué sonoridad tan preciosa!). Una audio-instalación dirían algunos o el parlamento de las cosas. Una comuna, un bosque, un pulmón, la red neuronal, una simbiosis… Una primera aproximación nos diría que el gesto de Laura Llaneli tiene que ver con una cierta idea de hospitalidad sonora, que incorpora las voces de otros cuerpos en su parla silenciosa.LLaneli nos presenta un único cuerpo material hecho de vibraciones. Su palabra es tu palabra, la suya y la de todas. Acero, magnetita y terciopelo. El habla de un solo cuerpo… ¿Lo notas? Este es el giro epistemológico que Palpitar Palpar presenta: un ejercicio de intimidad contra el lenguaje materno y sus dominaciones. ¿No es acaso la lengua materna el reverso de la autoridad paterna, origen de la individualidad y de las separaciones? ¿No se esconde bajo el tierno velo de su amor el orden de la ley y sus inscripciones? «Es con la lengua materna que aprendemos a hablar pero también a odiar todo lo que nos es ajeno» –diría la filósofa catalana Laura Llevadot–, «como si nos hubiera poseído y no pudiéramos escapar jamás de los embates de su sujeción». La única forma de resistir al dominio de la lengua que heredamos es, según Derrida, haciéndola pasar por una impropiedad, expropiarla. La conductividad tentacular de Palpitar Palpar expropia el lenguaje de su ideología binaria. Su concepción de lo performativo en lo escultórico tiene lugar como un desplazamiento de los valores y las ideas que hemos naturalizado desde bien pequeñas. Aquí la escucha no es individual ni a escala uno-uno, sino más bien un fenómeno comunal basado en el todos por igual. Y es precisamente esta escucha colectiva –algo que Laura comparte desde 2014 en la programación continuada de las Sesiones de eschucha–, lo que nos ofrece la posibilidad de explorar maneras en las que el sonido puede abrir nuevos canales para la percepción inter e infra subjetiva, conectando cuerpos, texturas y voces con diversos espacios de experiencia personal, estética y política, y acercándonos a la materia oscura que acecha al sonido cuando es un cuerpo impropio el que nos habla. Así, con un sencillo paso hacia atrás, Laura Llaneli nos recuerda que las esencias, los moldes y las identidades son un mito filosófico que ha devenido político. Que de madre solo hay una, insustituible y natural, es quizás la mayor ficción de nuestro sentido común. Igual que la capacidad de pensar reservada al privilegio de la personas. Preguntémonos, pues, como sugiere ella, cómo podríamos vivir desocupando el lugar que nos pertenece y deshagámonos, de una vez por todas, de las esencias, los ideales y las oposiciones. Palpitar Palpar no es un juicio de valor ni una maraña de seducciones. Me atrevería a decir que lo que se pone en juego en su invitación es precisamente otra cosa: la escucha como filosofía de la promiscuidad y la vida que se vive en las distancias cortas. — PALPITAR PALPAR 25 de junio de 2020 · Texto para la exposición de Laura Llaneli en la galería ADN de Barcelona · Quien conozca la práctica artística de Laura Llaneli sabe que el sonido es un cuerpo pensante y que no se puede pensar sin comprender que las ideas son vibraciones tocantes; que más allá (y más acá) de la razón consciente existen las emociones, lo que no se puede decir con palabras ni notaciones. Para quien no la conozca, diré que con ella hemos aprendido a leer y escuchar de nuevo, a descubrir que la música es una actitud política, un estado de agitación y un conjunto de relaciones. Su investigación sonora no se puede entender, entonces, sin aceptar que el arte toma sentido como una sinfonía de provocaciones, estados y transiciones. Lo vimos en su crítica al patrón cultural del ritmo 4/4 en Scott4 (2017); en la recodificación del lenguaje sintético EL MIDI (2018); y, en su reciente elogio a Ada Lovelace, la programadora y su doble. Laura expone y se expone alzando su voz, siempre acompañada de partituras, imágenes y sintetizadores. Pero lo que nos presenta aquí es otra cosa. Parad un momento y escuchad: STOP METAFÍSICA, NO MÁS SEPARACIONES. Sabemos que nuestra forma de pensar, nuestro sentido común, es metafísico. Que vivimos, de forma habitual, atravesando polaridades continuamente (cultura/natura, masculino/femenino, humano/no-humano, persona/animal, habla/escritura, y así un largo etcétera). Esto no es sólo una sistema de oposición semántico, sino que establece una jerarquía constitucional y el orden de todas las cosas. Así es como la cultura está por encima de la natura y lo masculino… ya sabéis. Esta jerarquía opera de forma violenta, excluye la irracionalidad, lo que permanece oculto, las voces bajas, lo no-pensable, o lo menos importante. Vive la déconstruction, nos diría el filósofo francés de origen argelino, la lengua es siempre la lengua del otro. Esto Llaneli lo conoce muy bien. Por eso, en esta ocasión, da voz a la segunda parte de la oposición y es el instrumento el que nos toca. Palpitar Palpar (¡qué sonoridad tan preciosa!). Una audio-instalación dirían algunos o el parlamento de las cosas. Una comuna, un bosque, un pulmón, la red neuronal, una simbiosis… Una primera aproximación nos diría que el gesto de Laura Llaneli tiene que ver con una cierta idea de hospitalidad sonora, que incorpora las voces de otros cuerpos en su parla silenciosa.LLaneli nos presenta un único cuerpo material hecho de vibraciones. Su palabra es tu palabra, la suya y la de todas. Acero, magnetita y terciopelo. El habla de un solo cuerpo… ¿Lo notas? Este es el giro epistemológico que Palpitar Palpar presenta: un ejercicio de intimidad contra el lenguaje materno y sus dominaciones. ¿No es acaso la lengua materna el reverso de la autoridad paterna, origen de la individualidad y de las separaciones? ¿No se esconde bajo el tierno velo de su amor el orden de la ley y sus inscripciones? «Es con la lengua materna que aprendemos a hablar pero también a odiar todo lo que nos es ajeno» –diría la filósofa catalana Laura Llevadot–, «como si nos hubiera poseído y no pudiéramos escapar jamás de los embates de su sujeción». La única forma de resistir al dominio de la lengua que heredamos es, según Derrida, haciéndola pasar por una impropiedad, expropiarla. La conductividad tentacular de Palpitar Palpar expropia el lenguaje de su ideología binaria. Su concepción de lo performativo en lo escultórico tiene lugar como un desplazamiento de los valores y las ideas que hemos naturalizado desde bien pequeñas. Aquí la escucha no es individual ni a escala uno-uno, sino más bien un fenómeno comunal basado en el todos por igual. Y es precisamente esta escucha colectiva –algo que Laura comparte desde 2014 en la programación continuada de las Sesiones de eschucha–, lo que nos ofrece la posibilidad de explorar maneras en las que el sonido puede abrir nuevos canales para la percepción inter e infra subjetiva, conectando cuerpos, texturas y voces con diversos espacios de experiencia personal, estética y política, y acercándonos a la materia oscura que acecha al sonido cuando es un cuerpo impropio el que nos habla. Así, con un sencillo paso hacia atrás, Laura Llaneli nos recuerda que las esencias, los moldes y las identidades son un mito filosófico que ha devenido político. Que de madre solo hay una, insustituible y natural, es quizás la mayor ficción de nuestro sentido común. Igual que la capacidad de pensar reservada al privilegio de la personas. Preguntémonos, pues, como sugiere ella, cómo podríamos vivir desocupando el lugar que nos pertenece y deshagámonos, de una vez por todas, de las esencias, los ideales y las oposiciones. Palpitar Palpar no es un juicio de valor ni una maraña de seducciones. Me atrevería a decir que lo que se pone en juego en su invitación es precisamente otra cosa: la escucha como filosofía de la promiscuidad y la vida que se vive en las distancias cortas. — PALPITAR PALPAR 25 de junio de 2020 · Texto para la exposición de Laura Llaneli en la galería ADN de Barcelona · Quien conozca la práctica artística de Laura Llaneli sabe que el sonido es un cuerpo pensante y que no se puede pensar sin comprender que las ideas son vibraciones tocantes; que más allá (y más acá) de la razón consciente existen las emociones, lo que no se puede decir con palabras ni notaciones. Para quien no la conozca, diré que con ella hemos aprendido a leer y escuchar de nuevo, a descubrir que la música es una actitud política, un estado de agitación y un conjunto de relaciones. Su investigación sonora no se puede entender, entonces, sin aceptar que el arte toma sentido como una sinfonía de provocaciones, estados y transiciones. Lo vimos en su crítica al patrón cultural del ritmo 4/4 en Scott4 (2017); en la recodificación del lenguaje sintético EL MIDI (2018); y, en su reciente elogio a Ada Lovelace, la programadora y su doble. Laura expone y se expone alzando su voz, siempre acompañada de partituras, imágenes y sintetizadores. Pero lo que nos presenta aquí es otra cosa. Parad un momento y escuchad: STOP METAFÍSICA, NO MÁS SEPARACIONES. Sabemos que nuestra forma de pensar, nuestro sentido común, es metafísico. Que vivimos, de forma habitual, atravesando polaridades continuamente (cultura/natura, masculino/femenino, humano/no-humano, persona/animal, habla/escritura, y así un largo etcétera). Esto no es sólo una sistema de oposición semántico, sino que establece una jerarquía constitucional y el orden de todas las cosas. Así es como la cultura está por encima de la natura y lo masculino… ya sabéis. Esta jerarquía opera de forma violenta, excluye la irracionalidad, lo que permanece oculto, las voces bajas, lo no-pensable, o lo menos importante. Vive la déconstruction, nos diría el filósofo francés de origen argelino, la lengua es siempre la lengua del otro. Esto Llaneli lo conoce muy bien. Por eso, en esta ocasión, da voz a la segunda parte de la oposición y es el instrumento el que nos toca. Palpitar Palpar (¡qué sonoridad tan preciosa!). Una audio-instalación dirían algunos o el parlamento de las cosas. Una comuna, un bosque, un pulmón, la red neuronal, una simbiosis… Una primera aproximación nos diría que el gesto de Laura Llaneli tiene que ver con una cierta idea de hospitalidad sonora, que incorpora las voces de otros cuerpos en su parla silenciosa.LLaneli nos presenta un único cuerpo material hecho de vibraciones. Su palabra es tu palabra, la suya y la de todas. Acero, magnetita y terciopelo. El habla de un solo cuerpo… ¿Lo notas? Este es el giro epistemológico que Palpitar Palpar presenta: un ejercicio de intimidad contra el lenguaje materno y sus dominaciones. ¿No es acaso la lengua materna el reverso de la autoridad paterna, origen de la individualidad y de las separaciones? ¿No se esconde bajo el tierno velo de su amor el orden de la ley y sus inscripciones? «Es con la lengua materna que aprendemos a hablar pero también a odiar todo lo que nos es ajeno» –diría la filósofa catalana Laura Llevadot–, «como si nos hubiera poseído y no pudiéramos escapar jamás de los embates de su sujeción». La única forma de resistir al dominio de la lengua que heredamos es, según Derrida, haciéndola pasar por una impropiedad, expropiarla. La conductividad tentacular de Palpitar Palpar expropia el lenguaje de su ideología binaria. Su concepción de lo performativo en lo escultórico tiene lugar como un desplazamiento de los valores y las ideas que hemos naturalizado desde bien pequeñas. Aquí la escucha no es individual ni a escala uno-uno, sino más bien un fenómeno comunal basado en el todos por igual. Y es precisamente esta escucha colectiva –algo que Laura comparte desde 2014 en la programación continuada de las Sesiones de eschucha–, lo que nos ofrece la posibilidad de explorar maneras en las que el sonido puede abrir nuevos canales para la percepción inter e infra subjetiva, conectando cuerpos, texturas y voces con diversos espacios de experiencia personal, estética y política, y acercándonos a la materia oscura que acecha al sonido cuando es un cuerpo impropio el que nos habla. Así, con un sencillo paso hacia atrás, Laura Llaneli nos recuerda que las esencias, los moldes y las identidades son un mito filosófico que ha devenido político. Que de madre solo hay una, insustituible y natural, es quizás la mayor ficción de nuestro sentido común. Igual que la capacidad de pensar reservada al privilegio de la personas. Preguntémonos, pues, como sugiere ella, cómo podríamos vivir desocupando el lugar que nos pertenece y deshagámonos, de una vez por todas, de las esencias, los ideales y las oposiciones. Palpitar Palpar no es un juicio de valor ni una maraña de seducciones. Me atrevería a decir que lo que se pone en juego en su invitación es precisamente otra cosa: la escucha como filosofía de la promiscuidad y la vida que se vive en las distancias cortas. — PALPITAR PALPAR 25 de junio de 2020 · Texto para la exposición de Laura Llaneli en la galería ADN de Barcelona · Quien conozca la práctica artística de Laura Llaneli sabe que el sonido es un cuerpo pensante y que no se puede pensar sin comprender que las ideas son vibraciones tocantes; que más allá (y más acá) de la razón consciente existen las emociones, lo que no se puede decir con palabras ni notaciones. Para quien no la conozca, diré que con ella hemos aprendido a leer y escuchar de nuevo, a descubrir que la música es una actitud política, un estado de agitación y un conjunto de relaciones. Su investigación sonora no se puede entender, entonces, sin aceptar que el arte toma sentido como una sinfonía de provocaciones, estados y transiciones. Lo vimos en su crítica al patrón cultural del ritmo 4/4 en Scott4 (2017); en la recodificación del lenguaje sintético EL MIDI (2018); y, en su reciente elogio a Ada Lovelace, la programadora y su doble. Laura expone y se expone alzando su voz, siempre acompañada de partituras, imágenes y sintetizadores. Pero lo que nos presenta aquí es otra cosa. Parad un momento y escuchad: STOP METAFÍSICA, NO MÁS SEPARACIONES. Sabemos que nuestra forma de pensar, nuestro sentido común, es metafísico. Que vivimos, de forma habitual, atravesando polaridades continuamente (cultura/natura, masculino/femenino, humano/no-humano, persona/animal, habla/escritura, y así un largo etcétera). Esto no es sólo una sistema de oposición semántico, sino que establece una jerarquía constitucional y el orden de todas las cosas. Así es como la cultura está por encima de la natura y lo masculino… ya sabéis. Esta jerarquía opera de forma violenta, excluye la irracionalidad, lo que permanece oculto, las voces bajas, lo no-pensable, o lo menos importante. Vive la déconstruction, nos diría el filósofo francés de origen argelino, la lengua es siempre la lengua del otro. Esto Llaneli lo conoce muy bien. Por eso, en esta ocasión, da voz a la segunda parte de la oposición y es el instrumento el que nos toca. Palpitar Palpar (¡qué sonoridad tan preciosa!). Una audio-instalación dirían algunos o el parlamento de las cosas. Una comuna, un bosque, un pulmón, la red neuronal, una simbiosis… Una primera aproximación nos diría que el gesto de Laura Llaneli tiene que ver con una cierta idea de hospitalidad sonora, que incorpora las voces de otros cuerpos en su parla silenciosa.LLaneli nos presenta un único cuerpo material hecho de vibraciones. Su palabra es tu palabra, la suya y la de todas. Acero, magnetita y terciopelo. El habla de un solo cuerpo… ¿Lo notas? Este es el giro epistemológico que Palpitar Palpar presenta: un ejercicio de intimidad contra el lenguaje materno y sus dominaciones. ¿No es acaso la lengua materna el reverso de la autoridad paterna, origen de la individualidad y de las separaciones? ¿No se esconde bajo el tierno velo de su amor el orden de la ley y sus inscripciones? «Es con la lengua materna que aprendemos a hablar pero también a odiar todo lo que nos es ajeno» –diría la filósofa catalana Laura Llevadot–, «como si nos hubiera poseído y no pudiéramos escapar jamás de los embates de su sujeción». La única forma de resistir al dominio de la lengua que heredamos es, según Derrida, haciéndola pasar por una impropiedad, expropiarla. La conductividad tentacular de Palpitar Palpar expropia el lenguaje de su ideología binaria. Su concepción de lo performativo en lo escultórico tiene lugar como un desplazamiento de los valores y las ideas que hemos naturalizado desde bien pequeñas. Aquí la escucha no es individual ni a escala uno-uno, sino más bien un fenómeno comunal basado en el todos por igual. Y es precisamente esta escucha colectiva –algo que Laura comparte desde 2014 en la programación continuada de las Sesiones de eschucha–, lo que nos ofrece la posibilidad de explorar maneras en las que el sonido puede abrir nuevos canales para la percepción inter e infra subjetiva, conectando cuerpos, texturas y voces con diversos espacios de experiencia personal, estética y política, y acercándonos a la materia oscura que acecha al sonido cuando es un cuerpo impropio el que nos habla. Así, con un sencillo paso hacia atrás, Laura Llaneli nos recuerda que las esencias, los moldes y las identidades son un mito filosófico que ha devenido político. Que de madre solo hay una, insustituible y natural, es quizás la mayor ficción de nuestro sentido común. Igual que la capacidad de pensar reservada al privilegio de la personas. Preguntémonos, pues, como sugiere ella, cómo podríamos vivir desocupando el lugar que nos pertenece y deshagámonos, de una vez por todas, de las esencias, los ideales y las oposiciones. Palpitar Palpar no es un juicio de valor ni una maraña de seducciones. Me atrevería a decir que lo que se pone en juego en su invitación es precisamente otra cosa: la escucha como filosofía de la promiscuidad y la vida que se vive en las distancias cortas. — PALPITAR PALPAR 25 de junio de 2020 · Texto para la exposición de Laura Llaneli en la galería ADN de Barcelona · Quien conozca la práctica artística de Laura Llaneli sabe que el sonido es un cuerpo pensante y que no se puede pensar sin comprender que las ideas son vibraciones tocantes; que más allá (y más acá) de la razón consciente existen las emociones, lo que no se puede decir con palabras ni notaciones. Para quien no la conozca, diré que con ella hemos aprendido a leer y escuchar de nuevo, a descubrir que la música es una actitud política, un estado de agitación y un conjunto de relaciones. Su investigación sonora no se puede entender, entonces, sin aceptar que el arte toma sentido como una sinfonía de provocaciones, estados y transiciones. Lo vimos en su crítica al patrón cultural del ritmo 4/4 en Scott4 (2017); en la recodificación del lenguaje sintético EL MIDI (2018); y, en su reciente elogio a Ada Lovelace, la programadora y su doble. Laura expone y se expone alzando su voz, siempre acompañada de partituras, imágenes y sintetizadores. Pero lo que nos presenta aquí es otra cosa. Parad un momento y escuchad: STOP METAFÍSICA, NO MÁS SEPARACIONES. Sabemos que nuestra forma de pensar, nuestro sentido común, es metafísico. Que vivimos, de forma habitual, atravesando polaridades continuamente (cultura/natura, masculino/femenino, humano/no-humano, persona/animal, habla/escritura, y así un largo etcétera). Esto no es sólo una sistema de oposición semántico, sino que establece una jerarquía constitucional y el orden de todas las cosas. Así es como la cultura está por encima de la natura y lo masculino… ya sabéis. Esta jerarquía opera de forma violenta, excluye la irracionalidad, lo que permanece oculto, las voces bajas, lo no-pensable, o lo menos importante. Vive la déconstruction, nos diría el filósofo francés de origen argelino, la lengua es siempre la lengua del otro. Esto Llaneli lo conoce muy bien. Por eso, en esta ocasión, da voz a la segunda parte de la oposición y es el instrumento el que nos toca. Palpitar Palpar (¡qué sonoridad tan preciosa!). Una audio-instalación dirían algunos o el parlamento de las cosas. Una comuna, un bosque, un pulmón, la red neuronal, una simbiosis… Una primera aproximación nos diría que el gesto de Laura Llaneli tiene que ver con una cierta idea de hospitalidad sonora, que incorpora las voces de otros cuerpos en su parla silenciosa.LLaneli nos presenta un único cuerpo material hecho de vibraciones. Su palabra es tu palabra, la suya y la de todas. Acero, magnetita y terciopelo. El habla de un solo cuerpo… ¿Lo notas? Este es el giro epistemológico que Palpitar Palpar presenta: un ejercicio de intimidad contra el lenguaje materno y sus dominaciones. ¿No es acaso la lengua materna el reverso de la autoridad paterna, origen de la individualidad y de las separaciones? ¿No se esconde bajo el tierno velo de su amor el orden de la ley y sus inscripciones? «Es con la lengua materna que aprendemos a hablar pero también a odiar todo lo que nos es ajeno» –diría la filósofa catalana Laura Llevadot–, «como si nos hubiera poseído y no pudiéramos escapar jamás de los embates de su sujeción». La única forma de resistir al dominio de la lengua que heredamos es, según Derrida, haciéndola pasar por una impropiedad, expropiarla. La conductividad tentacular de Palpitar Palpar expropia el lenguaje de su ideología binaria. Su concepción de lo performativo en lo escultórico tiene lugar como un desplazamiento de los valores y las ideas que hemos naturalizado desde bien pequeñas. Aquí la escucha no es individual ni a escala uno-uno, sino más bien un fenómeno comunal basado en el todos por igual. Y es precisamente esta escucha colectiva –algo que Laura comparte desde 2014 en la programación continuada de las Sesiones de eschucha–, lo que nos ofrece la posibilidad de explorar maneras en las que el sonido puede abrir nuevos canales para la percepción inter e infra subjetiva, conectando cuerpos, texturas y voces con diversos espacios de experiencia personal, estética y política, y acercándonos a la materia oscura que acecha al sonido cuando es un cuerpo impropio el que nos habla. Así, con un sencillo paso hacia atrás, Laura Llaneli nos recuerda que las esencias, los moldes y las identidades son un mito filosófico que ha devenido político. Que de madre solo hay una, insustituible y natural, es quizás la mayor ficción de nuestro sentido común. Igual que la capacidad de pensar reservada al privilegio de la personas. Preguntémonos, pues, como sugiere ella, cómo podríamos vivir desocupando el lugar que nos pertenece y deshagámonos, de una vez por todas, de las esencias, los ideales y las oposiciones. Palpitar Palpar no es un juicio de valor ni una maraña de seducciones. Me atrevería a decir que lo que se pone en juego en su invitación es precisamente otra cosa: la escucha como filosofía de la promiscuidad y la vida que se vive en las distancias cortas. — PALPITAR PALPAR 25 de junio de 2020 · Texto para la exposición de Laura Llaneli en la galería ADN de Barcelona · Quien conozca la práctica artística de Laura Llaneli sabe que el sonido es un cuerpo pensante y que no se puede pensar sin comprender que las ideas son vibraciones tocantes; que más allá (y más acá) de la razón consciente existen las emociones, lo que no se puede decir con palabras ni notaciones. Para quien no la conozca, diré que con ella hemos aprendido a leer y escuchar de nuevo, a descubrir que la música es una actitud política, un estado de agitación y un conjunto de relaciones. Su investigación sonora no se puede entender, entonces, sin aceptar que el arte toma sentido como una sinfonía de provocaciones, estados y transiciones. Lo vimos en su crítica al patrón cultural del ritmo 4/4 en Scott4 (2017); en la recodificación del lenguaje sintético EL MIDI (2018); y, en su reciente elogio a Ada Lovelace, la programadora y su doble. Laura expone y se expone alzando su voz, siempre acompañada de partituras, imágenes y sintetizadores. Pero lo que nos presenta aquí es otra cosa. Parad un momento y escuchad: STOP METAFÍSICA, NO MÁS SEPARACIONES. Sabemos que nuestra forma de pensar, nuestro sentido común, es metafísico. Que vivimos, de forma habitual, atravesando polaridades continuamente (cultura/natura, masculino/femenino, humano/no-humano, persona/animal, habla/escritura, y así un largo etcétera). Esto no es sólo una sistema de oposición semántico, sino que establece una jerarquía constitucional y el orden de todas las cosas. Así es como la cultura está por encima de la natura y lo masculino… ya sabéis. Esta jerarquía opera de forma violenta, excluye la irracionalidad, lo que permanece oculto, las voces bajas, lo no-pensable, o lo menos importante. Vive la déconstruction, nos diría el filósofo francés de origen argelino, la lengua es siempre la lengua del otro. Esto Llaneli lo conoce muy bien. Por eso, en esta ocasión, da voz a la segunda parte de la oposición y es el instrumento el que nos toca. Palpitar Palpar (¡qué sonoridad tan preciosa!). Una audio-instalación dirían algunos o el parlamento de las cosas. Una comuna, un bosque, un pulmón, la red neuronal, una simbiosis… Una primera aproximación nos diría que el gesto de Laura Llaneli tiene que ver con una cierta idea de hospitalidad sonora, que incorpora las voces de otros cuerpos en su parla silenciosa.LLaneli nos presenta un único cuerpo material hecho de vibraciones. Su palabra es tu palabra, la suya y la de todas. Acero, magnetita y terciopelo. El habla de un solo cuerpo… ¿Lo notas? Este es el giro epistemológico que Palpitar Palpar presenta: un ejercicio de intimidad contra el lenguaje materno y sus dominaciones. ¿No es acaso la lengua materna el reverso de la autoridad paterna, origen de la individualidad y de las separaciones? ¿No se esconde bajo el tierno velo de su amor el orden de la ley y sus inscripciones? «Es con la lengua materna que aprendemos a hablar pero también a odiar todo lo que nos es ajeno» –diría la filósofa catalana Laura Llevadot–, «como si nos hubiera poseído y no pudiéramos escapar jamás de los embates de su sujeción». La única forma de resistir al dominio de la lengua que heredamos es, según Derrida, haciéndola pasar por una impropiedad, expropiarla. La conductividad tentacular de Palpitar Palpar expropia el lenguaje de su ideología binaria. Su concepción de lo performativo en lo escultórico tiene lugar como un desplazamiento de los valores y las ideas que hemos naturalizado desde bien pequeñas. Aquí la escucha no es individual ni a escala uno-uno, sino más bien un fenómeno comunal basado en el todos por igual. Y es precisamente esta escucha colectiva –algo que Laura comparte desde 2014 en la programación continuada de las Sesiones de eschucha–, lo que nos ofrece la posibilidad de explorar maneras en las que el sonido puede abrir nuevos canales para la percepción inter e infra subjetiva, conectando cuerpos, texturas y voces con diversos espacios de experiencia personal, estética y política, y acercándonos a la materia oscura que acecha al sonido cuando es un cuerpo impropio el que nos habla. Así, con un sencillo paso hacia atrás, Laura Llaneli nos recuerda que las esencias, los moldes y las identidades son un mito filosófico que ha devenido político. Que de madre solo hay una, insustituible y natural, es quizás la mayor ficción de nuestro sentido común. Igual que la capacidad de pensar reservada al privilegio de la personas. Preguntémonos, pues, como sugiere ella, cómo podríamos vivir desocupando el lugar que nos pertenece y deshagámonos, de una vez por todas, de las esencias, los ideales y las oposiciones. Palpitar Palpar no es un juicio de valor ni una maraña de seducciones. Me atrevería a decir que lo que se pone en juego en su invitación es precisamente otra cosa: la escucha como filosofía de la promiscuidad y la vida que se vive en las distancias cortas. — PALPITAR PALPAR 25 de junio de 2020 · Texto para la exposición de Laura Llaneli en la galería ADN de Barcelona · Quien conozca la práctica artística de Laura Llaneli sabe que el sonido es un cuerpo pensante y que no se puede pensar sin comprender que las ideas son vibraciones tocantes; que más allá (y más acá) de la razón consciente existen las emociones, lo que no se puede decir con palabras ni notaciones. Para quien no la conozca, diré que con ella hemos aprendido a leer y escuchar de nuevo, a descubrir que la música es una actitud política, un estado de agitación y un conjunto de relaciones. Su investigación sonora no se puede entender, entonces, sin aceptar que el arte toma sentido como una sinfonía de provocaciones, estados y transiciones. Lo vimos en su crítica al patrón cultural del ritmo 4/4 en Scott4 (2017); en la recodificación del lenguaje sintético EL MIDI (2018); y, en su reciente elogio a Ada Lovelace, la programadora y su doble. Laura expone y se expone alzando su voz, siempre acompañada de partituras, imágenes y sintetizadores. Pero lo que nos presenta aquí es otra cosa. Parad un momento y escuchad: STOP METAFÍSICA, NO MÁS SEPARACIONES. Sabemos que nuestra forma de pensar, nuestro sentido común, es metafísico. Que vivimos, de forma habitual, atravesando polaridades continuamente (cultura/natura, masculino/femenino, humano/no-humano, persona/animal, habla/escritura, y así un largo etcétera). Esto no es sólo una sistema de oposición semántico, sino que establece una jerarquía constitucional y el orden de todas las cosas. Así es como la cultura está por encima de la natura y lo masculino… ya sabéis. Esta jerarquía opera de forma violenta, excluye la irracionalidad, lo que permanece oculto, las voces bajas, lo no-pensable, o lo menos importante. Vive la déconstruction, nos diría el filósofo francés de origen argelino, la lengua es siempre la lengua del otro. Esto Llaneli lo conoce muy bien. Por eso, en esta ocasión, da voz a la segunda parte de la oposición y es el instrumento el que nos toca. Palpitar Palpar (¡qué sonoridad tan preciosa!). Una audio-instalación dirían algunos o el parlamento de las cosas. Una comuna, un bosque, un pulmón, la red neuronal, una simbiosis… Una primera aproximación nos diría que el gesto de Laura Llaneli tiene que ver con una cierta idea de hospitalidad sonora, que incorpora las voces de otros cuerpos en su parla silenciosa.LLaneli nos presenta un único cuerpo material hecho de vibraciones. Su palabra es tu palabra, la suya y la de todas. Acero, magnetita y terciopelo. El habla de un solo cuerpo… ¿Lo notas? Este es el giro epistemológico que Palpitar Palpar presenta: un ejercicio de intimidad contra el lenguaje materno y sus dominaciones. ¿No es acaso la lengua materna el reverso de la autoridad paterna, origen de la individualidad y de las separaciones? ¿No se esconde bajo el tierno velo de su amor el orden de la ley y sus inscripciones? «Es con la lengua materna que aprendemos a hablar pero también a odiar todo lo que nos es ajeno» –diría la filósofa catalana Laura Llevadot–, «como si nos hubiera poseído y no pudiéramos escapar jamás de los embates de su sujeción». La única forma de resistir al dominio de la lengua que heredamos es, según Derrida, haciéndola pasar por una impropiedad, expropiarla. La conductividad tentacular de Palpitar Palpar expropia el lenguaje de su ideología binaria. Su concepción de lo performativo en lo escultórico tiene lugar como un desplazamiento de los valores y las ideas que hemos naturalizado desde bien pequeñas. Aquí la escucha no es individual ni a escala uno-uno, sino más bien un fenómeno comunal basado en el todos por igual. Y es precisamente esta escucha colectiva –algo que Laura comparte desde 2014 en la programación continuada de las Sesiones de eschucha–, lo que nos ofrece la posibilidad de explorar maneras en las que el sonido puede abrir nuevos canales para la percepción inter e infra subjetiva, conectando cuerpos, texturas y voces con diversos espacios de experiencia personal, estética y política, y acercándonos a la materia oscura que acecha al sonido cuando es un cuerpo impropio el que nos habla. Así, con un sencillo paso hacia atrás, Laura Llaneli nos recuerda que las esencias, los moldes y las identidades son un mito filosófico que ha devenido político. Que de madre solo hay una, insustituible y natural, es quizás la mayor ficción de nuestro sentido común. Igual que la capacidad de pensar reservada al privilegio de la personas. Preguntémonos, pues, como sugiere ella, cómo podríamos vivir desocupando el lugar que nos pertenece y deshagámonos, de una vez por todas, de las esencias, los ideales y las oposiciones. Palpitar Palpar no es un juicio de valor ni una maraña de seducciones. Me atrevería a decir que lo que se pone en juego en su invitación es precisamente otra cosa: la escucha como filosofía de la promiscuidad y la vida que se vive en las distancias cortas. — PALPITAR PALPAR 25 de junio de 2020 · Texto para la exposición de Laura Llaneli en la galería ADN de Barcelona · Quien conozca la práctica artística de Laura Llaneli sabe que el sonido es un cuerpo pensante y que no se puede pensar sin comprender que las ideas son vibraciones tocantes; que más allá (y más acá) de la razón consciente existen las emociones, lo que no se puede decir con palabras ni notaciones. Para quien no la conozca, diré que con ella hemos aprendido a leer y escuchar de nuevo, a descubrir que la música es una actitud política, un estado de agitación y un conjunto de relaciones. Su investigación sonora no se puede entender, entonces, sin aceptar que el arte toma sentido como una sinfonía de provocaciones, estados y transiciones. Lo vimos en su crítica al patrón cultural del ritmo 4/4 en Scott4 (2017); en la recodificación del lenguaje sintético EL MIDI (2018); y, en su reciente elogio a Ada Lovelace, la programadora y su doble. Laura expone y se expone alzando su voz, siempre acompañada de partituras, imágenes y sintetizadores. Pero lo que nos presenta aquí es otra cosa. Parad un momento y escuchad: STOP METAFÍSICA, NO MÁS SEPARACIONES. Sabemos que nuestra forma de pensar, nuestro sentido común, es metafísico. Que vivimos, de forma habitual, atravesando polaridades continuamente (cultura/natura, masculino/femenino, humano/no-humano, persona/animal, habla/escritura, y así un largo etcétera). Esto no es sólo una sistema de oposición semántico, sino que establece una jerarquía constitucional y el orden de todas las cosas. Así es como la cultura está por encima de la natura y lo masculino… ya sabéis. Esta jerarquía opera de forma violenta, excluye la irracionalidad, lo que permanece oculto, las voces bajas, lo no-pensable, o lo menos importante. Vive la déconstruction, nos diría el filósofo francés de origen argelino, la lengua es siempre la lengua del otro. Esto Llaneli lo conoce muy bien. Por eso, en esta ocasión, da voz a la segunda parte de la oposición y es el instrumento el que nos toca. Palpitar Palpar (¡qué sonoridad tan preciosa!). Una audio-instalación dirían algunos o el parlamento de las cosas. Una comuna, un bosque, un pulmón, la red neuronal, una simbiosis… Una primera aproximación nos diría que el gesto de Laura Llaneli tiene que ver con una cierta idea de hospitalidad sonora, que incorpora las voces de otros cuerpos en su parla silenciosa.LLaneli nos presenta un único cuerpo material hecho de vibraciones. Su palabra es tu palabra, la suya y la de todas. Acero, magnetita y terciopelo. El habla de un solo cuerpo… ¿Lo notas? Este es el giro epistemológico que Palpitar Palpar presenta: un ejercicio de intimidad contra el lenguaje materno y sus dominaciones. ¿No es acaso la lengua materna el reverso de la autoridad paterna, origen de la individualidad y de las separaciones? ¿No se esconde bajo el tierno velo de su amor el orden de la ley y sus inscripciones? «Es con la lengua materna que aprendemos a hablar pero también a odiar todo lo que nos es ajeno» –diría la filósofa catalana Laura Llevadot–, «como si nos hubiera poseído y no pudiéramos escapar jamás de los embates de su sujeción». La única forma de resistir al dominio de la lengua que heredamos es, según Derrida, haciéndola pasar por una impropiedad, expropiarla. La conductividad tentacular de Palpitar Palpar expropia el lenguaje de su ideología binaria. Su concepción de lo performativo en lo escultórico tiene lugar como un desplazamiento de los valores y las ideas que hemos naturalizado desde bien pequeñas. Aquí la escucha no es individual ni a escala uno-uno, sino más bien un fenómeno comunal basado en el todos por igual. Y es precisamente esta escucha colectiva –algo que Laura comparte desde 2014 en la programación continuada de las Sesiones de eschucha–, lo que nos ofrece la posibilidad de explorar maneras en las que el sonido puede abrir nuevos canales para la percepción inter e infra subjetiva, conectando cuerpos, texturas y voces con diversos espacios de experiencia personal, estética y política, y acercándonos a la materia oscura que acecha al sonido cuando es un cuerpo impropio el que nos habla. Así, con un sencillo paso hacia atrás, Laura Llaneli nos recuerda que las esencias, los moldes y las identidades son un mito filosófico que ha devenido político. Que de madre solo hay una, insustituible y natural, es quizás la mayor ficción de nuestro sentido común. Igual que la capacidad de pensar reservada al privilegio de la personas. Preguntémonos, pues, como sugiere ella, cómo podríamos vivir desocupando el lugar que nos pertenece y deshagámonos, de una vez por todas, de las esencias, los ideales y las oposiciones. Palpitar Palpar no es un juicio de valor ni una maraña de seducciones. Me atrevería a decir que lo que se pone en juego en su invitación es precisamente otra cosa: la escucha como filosofía de la promiscuidad y la vida que se vive en las distancias cortas. — PALPITAR PALPAR 25 de junio de 2020 · Texto para la exposición de Laura Llaneli en la galería ADN de Barcelona · Quien conozca la práctica artística de Laura Llaneli sabe que el sonido es un cuerpo pensante y que no se puede pensar sin comprender que las ideas son vibraciones tocantes; que más allá (y más acá) de la razón consciente existen las emociones, lo que no se puede decir con palabras ni notaciones. Para quien no la conozca, diré que con ella hemos aprendido a leer y escuchar de nuevo, a descubrir que la música es una actitud política, un estado de agitación y un conjunto de relaciones. Su investigación sonora no se puede entender, entonces, sin aceptar que el arte toma sentido como una sinfonía de provocaciones, estados y transiciones. Lo vimos en su crítica al patrón cultural del ritmo 4/4 en Scott4 (2017); en la recodificación del lenguaje sintético EL MIDI (2018); y, en su reciente elogio a Ada Lovelace, la programadora y su doble. Laura expone y se expone alzando su voz, siempre acompañada de partituras, imágenes y sintetizadores. Pero lo que nos presenta aquí es otra cosa. Parad un momento y escuchad: STOP METAFÍSICA, NO MÁS SEPARACIONES. Sabemos que nuestra forma de pensar, nuestro sentido común, es metafísico. Que vivimos, de forma habitual, atravesando polaridades continuamente (cultura/natura, masculino/femenino, humano/no-humano, persona/animal, habla/escritura, y así un largo etcétera). Esto no es sólo una sistema de oposición semántico, sino que establece una jerarquía constitucional y el orden de todas las cosas. Así es como la cultura está por encima de la natura y lo masculino… ya sabéis. Esta jerarquía opera de forma violenta, excluye la irracionalidad, lo que permanece oculto, las voces bajas, lo no-pensable, o lo menos importante. Vive la déconstruction, nos diría el filósofo francés de origen argelino, la lengua es siempre la lengua del otro. Esto Llaneli lo conoce muy bien. Por eso, en esta ocasión, da voz a la segunda parte de la oposición y es el instrumento el que nos toca. Palpitar Palpar (¡qué sonoridad tan preciosa!). Una audio-instalación dirían algunos o el parlamento de las cosas. Una comuna, un bosque, un pulmón, la red neuronal, una simbiosis… Una primera aproximación nos diría que el gesto de Laura Llaneli tiene que ver con una cierta idea de hospitalidad sonora, que incorpora las voces de otros cuerpos en su parla silenciosa.LLaneli nos presenta un único cuerpo material hecho de vibraciones. Su palabra es tu palabra, la suya y la de todas. Acero, magnetita y terciopelo. El habla de un solo cuerpo… ¿Lo notas? Este es el giro epistemológico que Palpitar Palpar presenta: un ejercicio de intimidad contra el lenguaje materno y sus dominaciones. ¿No es acaso la lengua materna el reverso de la autoridad paterna, origen de la individualidad y de las separaciones? ¿No se esconde bajo el tierno velo de su amor el orden de la ley y sus inscripciones? «Es con la lengua materna que aprendemos a hablar pero también a odiar todo lo que nos es ajeno» –diría la filósofa catalana Laura Llevadot–, «como si nos hubiera poseído y no pudiéramos escapar jamás de los embates de su sujeción». La única forma de resistir al dominio de la lengua que heredamos es, según Derrida, haciéndola pasar por una impropiedad, expropiarla. La conductividad tentacular de Palpitar Palpar expropia el lenguaje de su ideología binaria. Su concepción de lo performativo en lo escultórico tiene lugar como un desplazamiento de los valores y las ideas que hemos naturalizado desde bien pequeñas. Aquí la escucha no es individual ni a escala uno-uno, sino más bien un fenómeno comunal basado en el todos por igual. Y es precisamente esta escucha colectiva –algo que Laura comparte desde 2014 en la programación continuada de las Sesiones de eschucha–, lo que nos ofrece la posibilidad de explorar maneras en las que el sonido puede abrir nuevos canales para la percepción inter e infra subjetiva, conectando cuerpos, texturas y voces con diversos espacios de experiencia personal, estética y política, y acercándonos a la materia oscura que acecha al sonido cuando es un cuerpo impropio el que nos habla. Así, con un sencillo paso hacia atrás, Laura Llaneli nos recuerda que las esencias, los moldes y las identidades son un mito filosófico que ha devenido político. Que de madre solo hay una, insustituible y natural, es quizás la mayor ficción de nuestro sentido común. Igual que la capacidad de pensar reservada al privilegio de la personas. Preguntémonos, pues, como sugiere ella, cómo podríamos vivir desocupando el lugar que nos pertenece y deshagámonos, de una vez por todas, de las esencias, los ideales y las oposiciones. Palpitar Palpar no es un juicio de valor ni una maraña de seducciones. Me atrevería a decir que lo que se pone en juego en su invitación es precisamente otra cosa: la escucha como filosofía de la promiscuidad y la vida que se vive en las distancias cortas. — PALPITAR PALPAR 25 de junio de 2020 · Texto para la exposición de Laura Llaneli en la galería ADN de Barcelona · Quien conozca la práctica artística de Laura Llaneli sabe que el sonido es un cuerpo pensante y que no se puede pensar sin comprender que las ideas son vibraciones tocantes; que más allá (y más acá) de la razón consciente existen las emociones, lo que no se puede decir con palabras ni notaciones. Para quien no la conozca, diré que con ella hemos aprendido a leer y escuchar de nuevo, a descubrir que la música es una actitud política, un estado de agitación y un conjunto de relaciones. Su investigación sonora no se puede entender, entonces, sin aceptar que el arte toma sentido como una sinfonía de provocaciones, estados y transiciones. Lo vimos en su crítica al patrón cultural del ritmo 4/4 en Scott4 (2017); en la recodificación del lenguaje sintético EL MIDI (2018); y, en su reciente elogio a Ada Lovelace, la programadora y su doble. Laura expone y se expone alzando su voz, siempre acompañada de partituras, imágenes y sintetizadores. Pero lo que nos presenta aquí es otra cosa. Parad un momento y escuchad: STOP METAFÍSICA, NO MÁS SEPARACIONES. Sabemos que nuestra forma de pensar, nuestro sentido común, es metafísico. Que vivimos, de forma habitual, atravesando polaridades continuamente (cultura/natura, masculino/femenino, humano/no-humano, persona/animal, habla/escritura, y así un largo etcétera). Esto no es sólo una sistema de oposición semántico, sino que establece una jerarquía constitucional y el orden de todas las cosas. Así es como la cultura está por encima de la natura y lo masculino… ya sabéis. Esta jerarquía opera de forma violenta, excluye la irracionalidad, lo que permanece oculto, las voces bajas, lo no-pensable, o lo menos importante. Vive la déconstruction, nos diría el filósofo francés de origen argelino, la lengua es siempre la lengua del otro. Esto Llaneli lo conoce muy bien. Por eso, en esta ocasión, da voz a la segunda parte de la oposición y es el instrumento el que nos toca. Palpitar Palpar (¡qué sonoridad tan preciosa!). Una audio-instalación dirían algunos o el parlamento de las cosas. Una comuna, un bosque, un pulmón, la red neuronal, una simbiosis… Una primera aproximación nos diría que el gesto de Laura Llaneli tiene que ver con una cierta idea de hospitalidad sonora, que incorpora las voces de otros cuerpos en su parla silenciosa.LLaneli nos presenta un único cuerpo material hecho de vibraciones. Su palabra es tu palabra, la suya y la de todas. Acero, magnetita y terciopelo. El habla de un solo cuerpo… ¿Lo notas? Este es el giro epistemológico que Palpitar Palpar presenta: un ejercicio de intimidad contra el lenguaje materno y sus dominaciones. ¿No es acaso la lengua materna el reverso de la autoridad paterna, origen de la individualidad y de las separaciones? ¿No se esconde bajo el tierno velo de su amor el orden de la ley y sus inscripciones? «Es con la lengua materna que aprendemos a hablar pero también a odiar todo lo que nos es ajeno» –diría la filósofa catalana Laura Llevadot–, «como si nos hubiera poseído y no pudiéramos escapar jamás de los embates de su sujeción». La única forma de resistir al dominio de la lengua que heredamos es, según Derrida, haciéndola pasar por una impropiedad, expropiarla. La conductividad tentacular de Palpitar Palpar expropia el lenguaje de su ideología binaria. Su concepción de lo performativo en lo escultórico tiene lugar como un desplazamiento de los valores y las ideas que hemos naturalizado desde bien pequeñas. Aquí la escucha no es individual ni a escala uno-uno, sino más bien un fenómeno comunal basado en el todos por igual. Y es precisamente esta escucha colectiva –algo que Laura comparte desde 2014 en la programación continuada de las Sesiones de eschucha–, lo que nos ofrece la posibilidad de explorar maneras en las que el sonido puede abrir nuevos canales para la percepción inter e infra subjetiva, conectando cuerpos, texturas y voces con diversos espacios de experiencia personal, estética y política, y acercándonos a la materia oscura que acecha al sonido cuando es un cuerpo impropio el que nos habla. Así, con un sencillo paso hacia atrás, Laura Llaneli nos recuerda que las esencias, los moldes y las identidades son un mito filosófico que ha devenido político. Que de madre solo hay una, insustituible y natural, es quizás la mayor ficción de nuestro sentido común. Igual que la capacidad de pensar reservada al privilegio de la personas. Preguntémonos, pues, como sugiere ella, cómo podríamos vivir desocupando el lugar que nos pertenece y deshagámonos, de una vez por todas, de las esencias, los ideales y las oposiciones. Palpitar Palpar no es un juicio de valor ni una maraña de seducciones. Me atrevería a decir que lo que se pone en juego en su invitación es precisamente otra cosa: la escucha como filosofía de la promiscuidad y la vida que se vive en las distancias cortas. — PALPITAR PALPAR 25 de junio de 2020 · Texto para la exposición de Laura Llaneli en la galería ADN de Barcelona · Quien conozca la práctica artística de Laura Llaneli sabe que el sonido es un cuerpo pensante y que no se puede pensar sin comprender que las ideas son vibraciones tocantes; que más allá (y más acá) de la razón consciente existen las emociones, lo que no se puede decir con palabras ni notaciones. Para quien no la conozca, diré que con ella hemos aprendido a leer y escuchar de nuevo, a descubrir que la música es una actitud política, un estado de agitación y un conjunto de relaciones. Su investigación sonora no se puede entender, entonces, sin aceptar que el arte toma sentido como una sinfonía de provocaciones, estados y transiciones. Lo vimos en su crítica al patrón cultural del ritmo 4/4 en Scott4 (2017); en la recodificación del lenguaje sintético EL MIDI (2018); y, en su reciente elogio a Ada Lovelace, la programadora y su doble. Laura expone y se expone alzando su voz, siempre acompañada de partituras, imágenes y sintetizadores. Pero lo que nos presenta aquí es otra cosa. Parad un momento y escuchad: STOP METAFÍSICA, NO MÁS SEPARACIONES. Sabemos que nuestra forma de pensar, nuestro sentido común, es metafísico. Que vivimos, de forma habitual, atravesando polaridades continuamente (cultura/natura, masculino/femenino, humano/no-humano, persona/animal, habla/escritura, y así un largo etcétera). Esto no es sólo una sistema de oposición semántico, sino que establece una jerarquía constitucional y el orden de todas las cosas. Así es como la cultura está por encima de la natura y lo masculino… ya sabéis. Esta jerarquía opera de forma violenta, excluye la irracionalidad, lo que permanece oculto, las voces bajas, lo no-pensable, o lo menos importante. Vive la déconstruction, nos diría el filósofo francés de origen argelino, la lengua es siempre la lengua del otro. Esto Llaneli lo conoce muy bien. Por eso, en esta ocasión, da voz a la segunda parte de la oposición y es el instrumento el que nos toca. Palpitar Palpar (¡qué sonoridad tan preciosa!). Una audio-instalación dirían algunos o el parlamento de las cosas. Una comuna, un bosque, un pulmón, la red neuronal, una simbiosis… Una primera aproximación nos diría que el gesto de Laura Llaneli tiene que ver con una cierta idea de hospitalidad sonora, que incorpora las voces de otros cuerpos en su parla silenciosa.LLaneli nos presenta un único cuerpo material hecho de vibraciones. Su palabra es tu palabra, la suya y la de todas. Acero, magnetita y terciopelo. El habla de un solo cuerpo… ¿Lo notas? Este es el giro epistemológico que Palpitar Palpar presenta: un ejercicio de intimidad contra el lenguaje materno y sus dominaciones. ¿No es acaso la lengua materna el reverso de la autoridad paterna, origen de la individualidad y de las separaciones? ¿No se esconde bajo el tierno velo de su amor el orden de la ley y sus inscripciones? «Es con la lengua materna que aprendemos a hablar pero también a odiar todo lo que nos es ajeno» –diría la filósofa catalana Laura Llevadot–, «como si nos hubiera poseído y no pudiéramos escapar jamás de los embates de su sujeción». La única forma de resistir al dominio de la lengua que heredamos es, según Derrida, haciéndola pasar por una impropiedad, expropiarla. La conductividad tentacular de Palpitar Palpar expropia el lenguaje de su ideología binaria. Su concepción de lo performativo en lo escultórico tiene lugar como un desplazamiento de los valores y las ideas que hemos naturalizado desde bien pequeñas. Aquí la escucha no es individual ni a escala uno-uno, sino más bien un fenómeno comunal basado en el todos por igual. Y es precisamente esta escucha colectiva –algo que Laura comparte desde 2014 en la programación continuada de las Sesiones de eschucha–, lo que nos ofrece la posibilidad de explorar maneras en las que el sonido puede abrir nuevos canales para la percepción inter e infra subjetiva, conectando cuerpos, texturas y voces con diversos espacios de experiencia personal, estética y política, y acercándonos a la materia oscura que acecha al sonido cuando es un cuerpo impropio el que nos habla. Así, con un sencillo paso hacia atrás, Laura Llaneli nos recuerda que las esencias, los moldes y las identidades son un mito filosófico que ha devenido político. Que de madre solo hay una, insustituible y natural, es quizás la mayor ficción de nuestro sentido común. Igual que la capacidad de pensar reservada al privilegio de la personas. Preguntémonos, pues, como sugiere ella, cómo podríamos vivir desocupando el lugar que nos pertenece y deshagámonos, de una vez por todas, de las esencias, los ideales y las oposiciones. Palpitar Palpar no es un juicio de valor ni una maraña de seducciones. Me atrevería a decir que lo que se pone en juego en su invitación es precisamente otra cosa: la escucha como filosofía de la promiscuidad y la vida que se vive en las distancias cortas. — PALPITAR PALPAR 25 de junio de 2020 · Texto para la exposición de Laura Llaneli en la galería ADN de Barcelona · Quien conozca la práctica artística de Laura Llaneli sabe que el sonido es un cuerpo pensante y que no se puede pensar sin comprender que las ideas son vibraciones tocantes; que más allá (y más acá) de la razón consciente existen las emociones, lo que no se puede decir con palabras ni notaciones. Para quien no la conozca, diré que con ella hemos aprendido a leer y escuchar de nuevo, a descubrir que la música es una actitud política, un estado de agitación y un conjunto de relaciones. Su investigación sonora no se puede entender, entonces, sin aceptar que el arte toma sentido como una sinfonía de provocaciones, estados y transiciones. Lo vimos en su crítica al patrón cultural del ritmo 4/4 en Scott4 (2017); en la recodificación del lenguaje sintético EL MIDI (2018); y, en su reciente elogio a Ada Lovelace, la programadora y su doble. Laura expone y se expone alzando su voz, siempre acompañada de partituras, imágenes y sintetizadores. Pero lo que nos presenta aquí es otra cosa. Parad un momento y escuchad: STOP METAFÍSICA, NO MÁS SEPARACIONES. Sabemos que nuestra forma de pensar, nuestro sentido común, es metafísico. Que vivimos, de forma habitual, atravesando polaridades continuamente (cultura/natura, masculino/femenino, humano/no-humano, persona/animal, habla/escritura, y así un largo etcétera). Esto no es sólo una sistema de oposición semántico, sino que establece una jerarquía constitucional y el orden de todas las cosas. Así es como la cultura está por encima de la natura y lo masculino… ya sabéis. Esta jerarquía opera de forma violenta, excluye la irracionalidad, lo que permanece oculto, las voces bajas, lo no-pensable, o lo menos importante. Vive la déconstruction, nos diría el filósofo francés de origen argelino, la lengua es siempre la lengua del otro. Esto Llaneli lo conoce muy bien. Por eso, en esta ocasión, da voz a la segunda parte de la oposición y es el instrumento el que nos toca. Palpitar Palpar (¡qué sonoridad tan preciosa!). Una audio-instalación dirían algunos o el parlamento de las cosas. Una comuna, un bosque, un pulmón, la red neuronal, una simbiosis… Una primera aproximación nos diría que el gesto de Laura Llaneli tiene que ver con una cierta idea de hospitalidad sonora, que incorpora las voces de otros cuerpos en su parla silenciosa.LLaneli nos presenta un único cuerpo material hecho de vibraciones. Su palabra es tu palabra, la suya y la de todas. Acero, magnetita y terciopelo. El habla de un solo cuerpo… ¿Lo notas? Este es el giro epistemológico que Palpitar Palpar presenta: un ejercicio de intimidad contra el lenguaje materno y sus dominaciones. ¿No es acaso la lengua materna el reverso de la autoridad paterna, origen de la individualidad y de las separaciones? ¿No se esconde bajo el tierno velo de su amor el orden de la ley y sus inscripciones? «Es con la lengua materna que aprendemos a hablar pero también a odiar todo lo que nos es ajeno» –diría la filósofa catalana Laura Llevadot–, «como si nos hubiera poseído y no pudiéramos escapar jamás de los embates de su sujeción». La única forma de resistir al dominio de la lengua que heredamos es, según Derrida, haciéndola pasar por una impropiedad, expropiarla. La conductividad tentacular de Palpitar Palpar expropia el lenguaje de su ideología binaria. Su concepción de lo performativo en lo escultórico tiene lugar como un desplazamiento de los valores y las ideas que hemos naturalizado desde bien pequeñas. Aquí la escucha no es individual ni a escala uno-uno, sino más bien un fenómeno comunal basado en el todos por igual. Y es precisamente esta escucha colectiva –algo que Laura comparte desde 2014 en la programación continuada de las Sesiones de eschucha–, lo que nos ofrece la posibilidad de explorar maneras en las que el sonido puede abrir nuevos canales para la percepción inter e infra subjetiva, conectando cuerpos, texturas y voces con diversos espacios de experiencia personal, estética y política, y acercándonos a la materia oscura que acecha al sonido cuando es un cuerpo impropio el que nos habla. Así, con un sencillo paso hacia atrás, Laura Llaneli nos recuerda que las esencias, los moldes y las identidades son un mito filosófico que ha devenido político. Que de madre solo hay una, insustituible y natural, es quizás la mayor ficción de nuestro sentido común. Igual que la capacidad de pensar reservada al privilegio de la personas. Preguntémonos, pues, como sugiere ella, cómo podríamos vivir desocupando el lugar que nos pertenece y deshagámonos, de una vez por todas, de las esencias, los ideales y las oposiciones. Palpitar Palpar no es un juicio de valor ni una maraña de seducciones. Me atrevería a decir que lo que se pone en juego en su invitación es precisamente otra cosa: la escucha como filosofía de la promiscuidad y la vida que se vive en las distancias cortas. — PALPITAR PALPAR 25 de junio de 2020 · Texto para la exposición de Laura Llaneli en la galería ADN de Barcelona · Quien conozca la práctica artística de Laura Llaneli sabe que el sonido es un cuerpo pensante y que no se puede pensar sin comprender que las ideas son vibraciones tocantes; que más allá (y más acá) de la razón consciente existen las emociones, lo que no se puede decir con palabras ni notaciones. Para quien no la conozca, diré que con ella hemos aprendido a leer y escuchar de nuevo, a descubrir que la música es una actitud política, un estado de agitación y un conjunto de relaciones. Su investigación sonora no se puede entender, entonces, sin aceptar que el arte toma sentido como una sinfonía de provocaciones, estados y transiciones. Lo vimos en su crítica al patrón cultural del ritmo 4/4 en Scott4 (2017); en la recodificación del lenguaje sintético EL MIDI (2018); y, en su reciente elogio a Ada Lovelace, la programadora y su doble. Laura expone y se expone alzando su voz, siempre acompañada de partituras, imágenes y sintetizadores. Pero lo que nos presenta aquí es otra cosa. Parad un momento y escuchad: STOP METAFÍSICA, NO MÁS SEPARACIONES. Sabemos que nuestra forma de pensar, nuestro sentido común, es metafísico. Que vivimos, de forma habitual, atravesando polaridades continuamente (cultura/natura, masculino/femenino, humano/no-humano, persona/animal, habla/escritura, y así un largo etcétera). Esto no es sólo una sistema de oposición semántico, sino que establece una jerarquía constitucional y el orden de todas las cosas. Así es como la cultura está por encima de la natura y lo masculino… ya sabéis. Esta jerarquía opera de forma violenta, excluye la irracionalidad, lo que permanece oculto, las voces bajas, lo no-pensable, o lo menos importante. Vive la déconstruction, nos diría el filósofo francés de origen argelino, la lengua es siempre la lengua del otro. Esto Llaneli lo conoce muy bien. Por eso, en esta ocasión, da voz a la segunda parte de la oposición y es el instrumento el que nos toca. Palpitar Palpar (¡qué sonoridad tan preciosa!). Una audio-instalación dirían algunos o el parlamento de las cosas. Una comuna, un bosque, un pulmón, la red neuronal, una simbiosis… Una primera aproximación nos diría que el gesto de Laura Llaneli tiene que ver con una cierta idea de hospitalidad sonora, que incorpora las voces de otros cuerpos en su parla silenciosa.LLaneli nos presenta un único cuerpo material hecho de vibraciones. Su palabra es tu palabra, la suya y la de todas. Acero, magnetita y terciopelo. El habla de un solo cuerpo… ¿Lo notas? Este es el giro epistemológico que Palpitar Palpar presenta: un ejercicio de intimidad contra el lenguaje materno y sus dominaciones. ¿No es acaso la lengua materna el reverso de la autoridad paterna, origen de la individualidad y de las separaciones? ¿No se esconde bajo el tierno velo de su amor el orden de la ley y sus inscripciones? «Es con la lengua materna que aprendemos a hablar pero también a odiar todo lo que nos es ajeno» –diría la filósofa catalana Laura Llevadot–, «como si nos hubiera poseído y no pudiéramos escapar jamás de los embates de su sujeción». La única forma de resistir al dominio de la lengua que heredamos es, según Derrida, haciéndola pasar por una impropiedad, expropiarla. La conductividad tentacular de Palpitar Palpar expropia el lenguaje de su ideología binaria. Su concepción de lo performativo en lo escultórico tiene lugar como un desplazamiento de los valores y las ideas que hemos naturalizado desde bien pequeñas. Aquí la escucha no es individual ni a escala uno-uno, sino más bien un fenómeno comunal basado en el todos por igual. Y es precisamente esta escucha colectiva –algo que Laura comparte desde 2014 en la programación continuada de las Sesiones de eschucha–, lo que nos ofrece la posibilidad de explorar maneras en las que el sonido puede abrir nuevos canales para la percepción inter e infra subjetiva, conectando cuerpos, texturas y voces con diversos espacios de experiencia personal, estética y política, y acercándonos a la materia oscura que acecha al sonido cuando es un cuerpo impropio el que nos habla. Así, con un sencillo paso hacia atrás, Laura Llaneli nos recuerda que las esencias, los moldes y las identidades son un mito filosófico que ha devenido político. Que de madre solo hay una, insustituible y natural, es quizás la mayor ficción de nuestro sentido común. Igual que la capacidad de pensar reservada al privilegio de la personas. Preguntémonos, pues, como sugiere ella, cómo podríamos vivir desocupando el lugar que nos pertenece y deshagámonos, de una vez por todas, de las esencias, los ideales y las oposiciones. Palpitar Palpar no es un juicio de valor ni una maraña de seducciones. Me atrevería a decir que lo que se pone en juego en su invitación es precisamente otra cosa: la escucha como filosofía de la promiscuidad y la vida que se vive en las distancias cortas. — PALPITAR PALPAR 25 de junio de 2020 · Texto para la exposición de Laura Llaneli en la galería ADN de Barcelona · Quien conozca la práctica artística de Laura Llaneli sabe que el sonido es un cuerpo pensante y que no se puede pensar sin comprender que las ideas son vibraciones tocantes; que más allá (y más acá) de la razón consciente existen las emociones, lo que no se puede decir con palabras ni notaciones. Para quien no la conozca, diré que con ella hemos aprendido a leer y escuchar de nuevo, a descubrir que la música es una actitud política, un estado de agitación y un conjunto de relaciones. Su investigación sonora no se puede entender, entonces, sin aceptar que el arte toma sentido como una sinfonía de provocaciones, estados y transiciones. Lo vimos en su crítica al patrón cultural del ritmo 4/4 en Scott4 (2017); en la recodificación del lenguaje sintético EL MIDI (2018); y, en su reciente elogio a Ada Lovelace, la programadora y su doble. Laura expone y se expone alzando su voz, siempre acompañada de partituras, imágenes y sintetizadores. Pero lo que nos presenta aquí es otra cosa. Parad un momento y escuchad: STOP METAFÍSICA, NO MÁS SEPARACIONES. Sabemos que nuestra forma de pensar, nuestro sentido común, es metafísico. Que vivimos, de forma habitual, atravesando polaridades continuamente (cultura/natura, masculino/femenino, humano/no-humano, persona/animal, habla/escritura, y así un largo etcétera). Esto no es sólo una sistema de oposición semántico, sino que establece una jerarquía constitucional y el orden de todas las cosas. Así es como la cultura está por encima de la natura y lo masculino… ya sabéis. Esta jerarquía opera de forma violenta, excluye la irracionalidad, lo que permanece oculto, las voces bajas, lo no-pensable, o lo menos importante. Vive la déconstruction, nos diría el filósofo francés de origen argelino, la lengua es siempre la lengua del otro. Esto Llaneli lo conoce muy bien. Por eso, en esta ocasión, da voz a la segunda parte de la oposición y es el instrumento el que nos toca. Palpitar Palpar (¡qué sonoridad tan preciosa!). Una audio-instalación dirían algunos o el parlamento de las cosas. Una comuna, un bosque, un pulmón, la red neuronal, una simbiosis… Una primera aproximación nos diría que el gesto de Laura Llaneli tiene que ver con una cierta idea de hospitalidad sonora, que incorpora las voces de otros cuerpos en su parla silenciosa.LLaneli nos presenta un único cuerpo material hecho de vibraciones. Su palabra es tu palabra, la suya y la de todas. Acero, magnetita y terciopelo. El habla de un solo cuerpo… ¿Lo notas? Este es el giro epistemológico que Palpitar Palpar presenta: un ejercicio de intimidad contra el lenguaje materno y sus dominaciones. ¿No es acaso la lengua materna el reverso de la autoridad paterna, origen de la individualidad y de las separaciones? ¿No se esconde bajo el tierno velo de su amor el orden de la ley y sus inscripciones? «Es con la lengua materna que aprendemos a hablar pero también a odiar todo lo que nos es ajeno» –diría la filósofa catalana Laura Llevadot–, «como si nos hubiera poseído y no pudiéramos escapar jamás de los embates de su sujeción». La única forma de resistir al dominio de la lengua que heredamos es, según Derrida, haciéndola pasar por una impropiedad, expropiarla. La conductividad tentacular de Palpitar Palpar expropia el lenguaje de su ideología binaria. Su concepción de lo performativo en lo escultórico tiene lugar como un desplazamiento de los valores y las ideas que hemos naturalizado desde bien pequeñas. Aquí la escucha no es individual ni a escala uno-uno, sino más bien un fenómeno comunal basado en el todos por igual. Y es precisamente esta escucha colectiva –algo que Laura comparte desde 2014 en la programación continuada de las Sesiones de eschucha–, lo que nos ofrece la posibilidad de explorar maneras en las que el sonido puede abrir nuevos canales para la percepción inter e infra subjetiva, conectando cuerpos, texturas y voces con diversos espacios de experiencia personal, estética y política, y acercándonos a la materia oscura que acecha al sonido cuando es un cuerpo impropio el que nos habla. Así, con un sencillo paso hacia atrás, Laura Llaneli nos recuerda que las esencias, los moldes y las identidades son un mito filosófico que ha devenido político. Que de madre solo hay una, insustituible y natural, es quizás la mayor ficción de nuestro sentido común. Igual que la capacidad de pensar reservada al privilegio de la personas. Preguntémonos, pues, como sugiere ella, cómo podríamos vivir desocupando el lugar que nos pertenece y deshagámonos, de una vez por todas, de las esencias, los ideales y las oposiciones. Palpitar Palpar no es un juicio de valor ni una maraña de seducciones. Me atrevería a decir que lo que se pone en juego en su invitación es precisamente otra cosa: la escucha como filosofía de la promiscuidad y la vida que se vive en las distancias cortas. — PALPITAR PALPAR 25 de junio de 2020 · Texto para la exposición de Laura Llaneli en la galería ADN de Barcelona · Quien conozca la práctica artística de Laura Llaneli sabe que el sonido es un cuerpo pensante y que no se puede pensar sin comprender que las ideas son vibraciones tocantes; que más allá (y más acá) de la razón consciente existen las emociones, lo que no se puede decir con palabras ni notaciones. Para quien no la conozca, diré que con ella hemos aprendido a leer y escuchar de nuevo, a descubrir que la música es una actitud política, un estado de agitación y un conjunto de relaciones. Su investigación sonora no se puede entender, entonces, sin aceptar que el arte toma sentido como una sinfonía de provocaciones, estados y transiciones. Lo vimos en su crítica al patrón cultural del ritmo 4/4 en Scott4 (2017); en la recodificación del lenguaje sintético EL MIDI (2018); y, en su reciente elogio a Ada Lovelace, la programadora y su doble. Laura expone y se expone alzando su voz, siempre acompañada de partituras, imágenes y sintetizadores. Pero lo que nos presenta aquí es otra cosa. Parad un momento y escuchad: STOP METAFÍSICA, NO MÁS SEPARACIONES. Sabemos que nuestra forma de pensar, nuestro sentido común, es metafísico. Que vivimos, de forma habitual, atravesando polaridades continuamente (cultura/natura, masculino/femenino, humano/no-humano, persona/animal, habla/escritura, y así un largo etcétera). Esto no es sólo una sistema de oposición semántico, sino que establece una jerarquía constitucional y el orden de todas las cosas. Así es como la cultura está por encima de la natura y lo masculino… ya sabéis. Esta jerarquía opera de forma violenta, excluye la irracionalidad, lo que permanece oculto, las voces bajas, lo no-pensable, o lo menos importante. Vive la déconstruction, nos diría el filósofo francés de origen argelino, la lengua es siempre la lengua del otro. Esto Llaneli lo conoce muy bien. Por eso, en esta ocasión, da voz a la segunda parte de la oposición y es el instrumento el que nos toca. Palpitar Palpar (¡qué sonoridad tan preciosa!). Una audio-instalación dirían algunos o el parlamento de las cosas. Una comuna, un bosque, un pulmón, la red neuronal, una simbiosis… Una primera aproximación nos diría que el gesto de Laura Llaneli tiene que ver con una cierta idea de hospitalidad sonora, que incorpora las voces de otros cuerpos en su parla silenciosa.LLaneli nos presenta un único cuerpo material hecho de vibraciones. Su palabra es tu palabra, la suya y la de todas. Acero, magnetita y terciopelo. El habla de un solo cuerpo… ¿Lo notas? Este es el giro epistemológico que Palpitar Palpar presenta: un ejercicio de intimidad contra el lenguaje materno y sus dominaciones. ¿No es acaso la lengua materna el reverso de la autoridad paterna, origen de la individualidad y de las separaciones? ¿No se esconde bajo el tierno velo de su amor el orden de la ley y sus inscripciones? «Es con la lengua materna que aprendemos a hablar pero también a odiar todo lo que nos es ajeno» –diría la filósofa catalana Laura Llevadot–, «como si nos hubiera poseído y no pudiéramos escapar jamás de los embates de su sujeción». La única forma de resistir al dominio de la lengua que heredamos es, según Derrida, haciéndola pasar por una impropiedad, expropiarla. La conductividad tentacular de Palpitar Palpar expropia el lenguaje de su ideología binaria. Su concepción de lo performativo en lo escultórico tiene lugar como un desplazamiento de los valores y las ideas que hemos naturalizado desde bien pequeñas. Aquí la escucha no es individual ni a escala uno-uno, sino más bien un fenómeno comunal basado en el todos por igual. Y es precisamente esta escucha colectiva –algo que Laura comparte desde 2014 en la programación continuada de las Sesiones de eschucha–, lo que nos ofrece la posibilidad de explorar maneras en las que el sonido puede abrir nuevos canales para la percepción inter e infra subjetiva, conectando cuerpos, texturas y voces con diversos espacios de experiencia personal, estética y política, y acercándonos a la materia oscura que acecha al sonido cuando es un cuerpo impropio el que nos habla. Así, con un sencillo paso hacia atrás, Laura Llaneli nos recuerda que las esencias, los moldes y las identidades son un mito filosófico que ha devenido político. Que de madre solo hay una, insustituible y natural, es quizás la mayor ficción de nuestro sentido común. Igual que la capacidad de pensar reservada al privilegio de la personas. Preguntémonos, pues, como sugiere ella, cómo podríamos vivir desocupando el lugar que nos pertenece y deshagámonos, de una vez por todas, de las esencias, los ideales y las oposiciones. Palpitar Palpar no es un juicio de valor ni una maraña de seducciones. Me atrevería a decir que lo que se pone en juego en su invitación es precisamente otra cosa: la escucha como filosofía de la promiscuidad y la vida que se vive en las distancias cortas. — PALPITAR PALPAR 25 de junio de 2020 · Texto para la exposición de Laura Llaneli en la galería ADN de Barcelona · Quien conozca la práctica artística de Laura Llaneli sabe que el sonido es un cuerpo pensante y que no se puede pensar sin comprender que las ideas son vibraciones tocantes; que más allá (y más acá) de la razón consciente existen las emociones, lo que no se puede decir con palabras ni notaciones. Para quien no la conozca, diré que con ella hemos aprendido a leer y escuchar de nuevo, a descubrir que la música es una actitud política, un estado de agitación y un conjunto de relaciones. Su investigación sonora no se puede entender, entonces, sin aceptar que el arte toma sentido como una sinfonía de provocaciones, estados y transiciones. Lo vimos en su crítica al patrón cultural del ritmo 4/4 en Scott4 (2017); en la recodificación del lenguaje sintético EL MIDI (2018); y, en su reciente elogio a Ada Lovelace, la programadora y su doble. Laura expone y se expone alzando su voz, siempre acompañada de partituras, imágenes y sintetizadores. Pero lo que nos presenta aquí es otra cosa. Parad un momento y escuchad: STOP METAFÍSICA, NO MÁS SEPARACIONES. Sabemos que nuestra forma de pensar, nuestro sentido común, es metafísico. Que vivimos, de forma habitual, atravesando polaridades continuamente (cultura/natura, masculino/femenino, humano/no-humano, persona/animal, habla/escritura, y así un largo etcétera). Esto no es sólo una sistema de oposición semántico, sino que establece una jerarquía constitucional y el orden de todas las cosas. Así es como la cultura está por encima de la natura y lo masculino… ya sabéis. Esta jerarquía opera de forma violenta, excluye la irracionalidad, lo que permanece oculto, las voces bajas, lo no-pensable, o lo menos importante. Vive la déconstruction, nos diría el filósofo francés de origen argelino, la lengua es siempre la lengua del otro. Esto Llaneli lo conoce muy bien. Por eso, en esta ocasión, da voz a la segunda parte de la oposición y es el instrumento el que nos toca. Palpitar Palpar (¡qué sonoridad tan preciosa!). Una audio-instalación dirían algunos o el parlamento de las cosas. Una comuna, un bosque, un pulmón, la red neuronal, una simbiosis… Una primera aproximación nos diría que el gesto de Laura Llaneli tiene que ver con una cierta idea de hospitalidad sonora, que incorpora las voces de otros cuerpos en su parla silenciosa.LLaneli nos presenta un único cuerpo material hecho de vibraciones. Su palabra es tu palabra, la suya y la de todas. Acero, magnetita y terciopelo. El habla de un solo cuerpo… ¿Lo notas? Este es el giro epistemológico que Palpitar Palpar presenta: un ejercicio de intimidad contra el lenguaje materno y sus dominaciones. ¿No es acaso la lengua materna el reverso de la autoridad paterna, origen de la individualidad y de las separaciones? ¿No se esconde bajo el tierno velo de su amor el orden de la ley y sus inscripciones? «Es con la lengua materna que aprendemos a hablar pero también a odiar todo lo que nos es ajeno» –diría la filósofa catalana Laura Llevadot–, «como si nos hubiera poseído y no pudiéramos escapar jamás de los embates de su sujeción». La única forma de resistir al dominio de la lengua que heredamos es, según Derrida, haciéndola pasar por una impropiedad, expropiarla. La conductividad tentacular de Palpitar Palpar expropia el lenguaje de su ideología binaria. Su concepción de lo performativo en lo escultórico tiene lugar como un desplazamiento de los valores y las ideas que hemos naturalizado desde bien pequeñas. Aquí la escucha no es individual ni a escala uno-uno, sino más bien un fenómeno comunal basado en el todos por igual. Y es precisamente esta escucha colectiva –algo que Laura comparte desde 2014 en la programación continuada de las Sesiones de eschucha–, lo que nos ofrece la posibilidad de explorar maneras en las que el sonido puede abrir nuevos canales para la percepción inter e infra subjetiva, conectando cuerpos, texturas y voces con diversos espacios de experiencia personal, estética y política, y acercándonos a la materia oscura que acecha al sonido cuando es un cuerpo impropio el que nos habla. Así, con un sencillo paso hacia atrás, Laura Llaneli nos recuerda que las esencias, los moldes y las identidades son un mito filosófico que ha devenido político. Que de madre solo hay una, insustituible y natural, es quizás la mayor ficción de nuestro sentido común. Igual que la capacidad de pensar reservada al privilegio de la personas. Preguntémonos, pues, como sugiere ella, cómo podríamos vivir desocupando el lugar que nos pertenece y deshagámonos, de una vez por todas, de las esencias, los ideales y las oposiciones. Palpitar Palpar no es un juicio de valor ni una maraña de seducciones. Me atrevería a decir que lo que se pone en juego en su invitación es precisamente otra cosa: la escucha como filosofía de la promiscuidad y la vida que se vive en las distancias cortas. — PALPITAR PALPAR 25 de junio de 2020 · Texto para la exposición de Laura Llaneli en la galería ADN de Barcelona · Quien conozca la práctica artística de Laura Llaneli sabe que el sonido es un cuerpo pensante y que no se puede pensar sin comprender que las ideas son vibraciones tocantes; que más allá (y más acá) de la razón consciente existen las emociones, lo que no se puede decir con palabras ni notaciones. Para quien no la conozca, diré que con ella hemos aprendido a leer y escuchar de nuevo, a descubrir que la música es una actitud política, un estado de agitación y un conjunto de relaciones. Su investigación sonora no se puede entender, entonces, sin aceptar que el arte toma sentido como una sinfonía de provocaciones, estados y transiciones. Lo vimos en su crítica al patrón cultural del ritmo 4/4 en Scott4 (2017); en la recodificación del lenguaje sintético EL MIDI (2018); y, en su reciente elogio a Ada Lovelace, la programadora y su doble. Laura expone y se expone alzando su voz, siempre acompañada de partituras, imágenes y sintetizadores. Pero lo que nos presenta aquí es otra cosa. Parad un momento y escuchad: STOP METAFÍSICA, NO MÁS SEPARACIONES. Sabemos que nuestra forma de pensar, nuestro sentido común, es metafísico. Que vivimos, de forma habitual, atravesando polaridades continuamente (cultura/natura, masculino/femenino, humano/no-humano, persona/animal, habla/escritura, y así un largo etcétera). Esto no es sólo una sistema de oposición semántico, sino que establece una jerarquía constitucional y el orden de todas las cosas. Así es como la cultura está por encima de la natura y lo masculino… ya sabéis. Esta jerarquía opera de forma violenta, excluye la irracionalidad, lo que permanece oculto, las voces bajas, lo no-pensable, o lo menos importante. Vive la déconstruction, nos diría el filósofo francés de origen argelino, la lengua es siempre la lengua del otro. Esto Llaneli lo conoce muy bien. Por eso, en esta ocasión, da voz a la segunda parte de la oposición y es el instrumento el que nos toca. Palpitar Palpar (¡qué sonoridad tan preciosa!). Una audio-instalación dirían algunos o el parlamento de las cosas. Una comuna, un bosque, un pulmón, la red neuronal, una simbiosis… Una primera aproximación nos diría que el gesto de Laura Llaneli tiene que ver con una cierta idea de hospitalidad sonora, que incorpora las voces de otros cuerpos en su parla silenciosa.LLaneli nos presenta un único cuerpo material hecho de vibraciones. Su palabra es tu palabra, la suya y la de todas. Acero, magnetita y terciopelo. El habla de un solo cuerpo… ¿Lo notas? Este es el giro epistemológico que Palpitar Palpar presenta: un ejercicio de intimidad contra el lenguaje materno y sus dominaciones. ¿No es acaso la lengua materna el reverso de la autoridad paterna, origen de la individualidad y de las separaciones? ¿No se esconde bajo el tierno velo de su amor el orden de la ley y sus inscripciones? «Es con la lengua materna que aprendemos a hablar pero también a odiar todo lo que nos es ajeno» –diría la filósofa catalana Laura Llevadot–, «como si nos hubiera poseído y no pudiéramos escapar jamás de los embates de su sujeción». La única forma de resistir al dominio de la lengua que heredamos es, según Derrida, haciéndola pasar por una impropiedad, expropiarla. La conductividad tentacular de Palpitar Palpar expropia el lenguaje de su ideología binaria. Su concepción de lo performativo en lo escultórico tiene lugar como un desplazamiento de los valores y las ideas que hemos naturalizado desde bien pequeñas. Aquí la escucha no es individual ni a escala uno-uno, sino más bien un fenómeno comunal basado en el todos por igual. Y es precisamente esta escucha colectiva –algo que Laura comparte desde 2014 en la programación continuada de las Sesiones de eschucha–, lo que nos ofrece la posibilidad de explorar maneras en las que el sonido puede abrir nuevos canales para la percepción inter e infra subjetiva, conectando cuerpos, texturas y voces con diversos espacios de experiencia personal, estética y política, y acercándonos a la materia oscura que acecha al sonido cuando es un cuerpo impropio el que nos habla. Así, con un sencillo paso hacia atrás, Laura Llaneli nos recuerda que las esencias, los moldes y las identidades son un mito filosófico que ha devenido político. Que de madre solo hay una, insustituible y natural, es quizás la mayor ficción de nuestro sentido común. Igual que la capacidad de pensar reservada al privilegio de la personas. Preguntémonos, pues, como sugiere ella, cómo podríamos vivir desocupando el lugar que nos pertenece y deshagámonos, de una vez por todas, de las esencias, los ideales y las oposiciones. Palpitar Palpar no es un juicio de valor ni una maraña de seducciones. Me atrevería a decir que lo que se pone en juego en su invitación es precisamente otra cosa: la escucha como filosofía de la promiscuidad y la vida que se vive en las distancias cortas. — PALPITAR PALPAR 25 de junio de 2020 · Texto para la exposición de Laura Llaneli en la galería ADN de Barcelona · Quien conozca la práctica artística de Laura Llaneli sabe que el sonido es un cuerpo pensante y que no se puede pensar sin comprender que las ideas son vibraciones tocantes; que más allá (y más acá) de la razón consciente existen las emociones, lo que no se puede decir con palabras ni notaciones. Para quien no la conozca, diré que con ella hemos aprendido a leer y escuchar de nuevo, a descubrir que la música es una actitud política, un estado de agitación y un conjunto de relaciones. Su investigación sonora no se puede entender, entonces, sin aceptar que el arte toma sentido como una sinfonía de provocaciones, estados y transiciones. Lo vimos en su crítica al patrón cultural del ritmo 4/4 en Scott4 (2017); en la recodificación del lenguaje sintético EL MIDI (2018); y, en su reciente elogio a Ada Lovelace, la programadora y su doble. Laura expone y se expone alzando su voz, siempre acompañada de partituras, imágenes y sintetizadores. Pero lo que nos presenta aquí es otra cosa. Parad un momento y escuchad: STOP METAFÍSICA, NO MÁS SEPARACIONES. Sabemos que nuestra forma de pensar, nuestro sentido común, es metafísico. Que vivimos, de forma habitual, atravesando polaridades continuamente (cultura/natura, masculino/femenino, humano/no-humano, persona/animal, habla/escritura, y así un largo etcétera). Esto no es sólo una sistema de oposición semántico, sino que establece una jerarquía constitucional y el orden de todas las cosas. Así es como la cultura está por encima de la natura y lo masculino… ya sabéis. Esta jerarquía opera de forma violenta, excluye la irracionalidad, lo que permanece oculto, las voces bajas, lo no-pensable, o lo menos importante. Vive la déconstruction, nos diría el filósofo francés de origen argelino, la lengua es siempre la lengua del otro. Esto Llaneli lo conoce muy bien. Por eso, en esta ocasión, da voz a la segunda parte de la oposición y es el instrumento el que nos toca. Palpitar Palpar (¡qué sonoridad tan preciosa!). Una audio-instalación dirían algunos o el parlamento de las cosas. Una comuna, un bosque, un pulmón, la red neuronal, una simbiosis… Una primera aproximación nos diría que el gesto de Laura Llaneli tiene que ver con una cierta idea de hospitalidad sonora, que incorpora las voces de otros cuerpos en su parla silenciosa.LLaneli nos presenta un único cuerpo material hecho de vibraciones. Su palabra es tu palabra, la suya y la de todas. Acero, magnetita y terciopelo. El habla de un solo cuerpo… ¿Lo notas? Este es el giro epistemológico que Palpitar Palpar presenta: un ejercicio de intimidad contra el lenguaje materno y sus dominaciones. ¿No es acaso la lengua materna el reverso de la autoridad paterna, origen de la individualidad y de las separaciones? ¿No se esconde bajo el tierno velo de su amor el orden de la ley y sus inscripciones? «Es con la lengua materna que aprendemos a hablar pero también a odiar todo lo que nos es ajeno» –diría la filósofa catalana Laura Llevadot–, «como si nos hubiera poseído y no pudiéramos escapar jamás de los embates de su sujeción». La única forma de resistir al dominio de la lengua que heredamos es, según Derrida, haciéndola pasar por una impropiedad, expropiarla. La conductividad tentacular de Palpitar Palpar expropia el lenguaje de su ideología binaria. Su concepción de lo performativo en lo escultórico tiene lugar como un desplazamiento de los valores y las ideas que hemos naturalizado desde bien pequeñas. Aquí la escucha no es individual ni a escala uno-uno, sino más bien un fenómeno comunal basado en el todos por igual. Y es precisamente esta escucha colectiva –algo que Laura comparte desde 2014 en la programación continuada de las Sesiones de eschucha–, lo que nos ofrece la posibilidad de explorar maneras en las que el sonido puede abrir nuevos canales para la percepción inter e infra subjetiva, conectando cuerpos, texturas y voces con diversos espacios de experiencia personal, estética y política, y acercándonos a la materia oscura que acecha al sonido cuando es un cuerpo impropio el que nos habla. Así, con un sencillo paso hacia atrás, Laura Llaneli nos recuerda que las esencias, los moldes y las identidades son un mito filosófico que ha devenido político. Que de madre solo hay una, insustituible y natural, es quizás la mayor ficción de nuestro sentido común. Igual que la capacidad de pensar reservada al privilegio de la personas. Preguntémonos, pues, como sugiere ella, cómo podríamos vivir desocupando el lugar que nos pertenece y deshagámonos, de una vez por todas, de las esencias, los ideales y las oposiciones. Palpitar Palpar no es un juicio de valor ni una maraña de seducciones. Me atrevería a decir que lo que se pone en juego en su invitación es precisamente otra cosa: la escucha como filosofía de la promiscuidad y la vida que se vive en las distancias cortas. — PALPITAR PALPAR 25 de junio de 2020 · Texto para la exposición de Laura Llaneli en la galería ADN de Barcelona · Quien conozca la práctica artística de Laura Llaneli sabe que el sonido es un cuerpo pensante y que no se puede pensar sin comprender que las ideas son vibraciones tocantes; que más allá (y más acá) de la razón consciente existen las emociones, lo que no se puede decir con palabras ni notaciones. Para quien no la conozca, diré que con ella hemos aprendido a leer y escuchar de nuevo, a descubrir que la música es una actitud política, un estado de agitación y un conjunto de relaciones. Su investigación sonora no se puede entender, entonces, sin aceptar que el arte toma sentido como una sinfonía de provocaciones, estados y transiciones. Lo vimos en su crítica al patrón cultural del ritmo 4/4 en Scott4 (2017); en la recodificación del lenguaje sintético EL MIDI (2018); y, en su reciente elogio a Ada Lovelace, la programadora y su doble. Laura expone y se expone alzando su voz, siempre acompañada de partituras, imágenes y sintetizadores. Pero lo que nos presenta aquí es otra cosa. Parad un momento y escuchad: STOP METAFÍSICA, NO MÁS SEPARACIONES. Sabemos que nuestra forma de pensar, nuestro sentido común, es metafísico. Que vivimos, de forma habitual, atravesando polaridades continuamente (cultura/natura, masculino/femenino, humano/no-humano, persona/animal, habla/escritura, y así un largo etcétera). Esto no es sólo una sistema de oposición semántico, sino que establece una jerarquía constitucional y el orden de todas las cosas. Así es como la cultura está por encima de la natura y lo masculino… ya sabéis. Esta jerarquía opera de forma violenta, excluye la irracionalidad, lo que permanece oculto, las voces bajas, lo no-pensable, o lo menos importante. Vive la déconstruction, nos diría el filósofo francés de origen argelino, la lengua es siempre la lengua del otro. Esto Llaneli lo conoce muy bien. Por eso, en esta ocasión, da voz a la segunda parte de la oposición y es el instrumento el que nos toca. Palpitar Palpar (¡qué sonoridad tan preciosa!). Una audio-instalación dirían algunos o el parlamento de las cosas. Una comuna, un bosque, un pulmón, la red neuronal, una simbiosis… Una primera aproximación nos diría que el gesto de Laura Llaneli tiene que ver con una cierta idea de hospitalidad sonora, que incorpora las voces de otros cuerpos en su parla silenciosa.LLaneli nos presenta un único cuerpo material hecho de vibraciones. Su palabra es tu palabra, la suya y la de todas. Acero, magnetita y terciopelo. El habla de un solo cuerpo… ¿Lo notas? Este es el giro epistemológico que Palpitar Palpar presenta: un ejercicio de intimidad contra el lenguaje materno y sus dominaciones. ¿No es acaso la lengua materna el reverso de la autoridad paterna, origen de la individualidad y de las separaciones? ¿No se esconde bajo el tierno velo de su amor el orden de la ley y sus inscripciones? «Es con la lengua materna que aprendemos a hablar pero también a odiar todo lo que nos es ajeno» –diría la filósofa catalana Laura Llevadot–, «como si nos hubiera poseído y no pudiéramos escapar jamás de los embates de su sujeción». La única forma de resistir al dominio de la lengua que heredamos es, según Derrida, haciéndola pasar por una impropiedad, expropiarla. La conductividad tentacular de Palpitar Palpar expropia el lenguaje de su ideología binaria. Su concepción de lo performativo en lo escultórico tiene lugar como un desplazamiento de los valores y las ideas que hemos naturalizado desde bien pequeñas. Aquí la escucha no es individual ni a escala uno-uno, sino más bien un fenómeno comunal basado en el todos por igual. Y es precisamente esta escucha colectiva –algo que Laura comparte desde 2014 en la programación continuada de las Sesiones de eschucha–, lo que nos ofrece la posibilidad de explorar maneras en las que el sonido puede abrir nuevos canales para la percepción inter e infra subjetiva, conectando cuerpos, texturas y voces con diversos espacios de experiencia personal, estética y política, y acercándonos a la materia oscura que acecha al sonido cuando es un cuerpo impropio el que nos habla. Así, con un sencillo paso hacia atrás, Laura Llaneli nos recuerda que las esencias, los moldes y las identidades son un mito filosófico que ha devenido político. Que de madre solo hay una, insustituible y natural, es quizás la mayor ficción de nuestro sentido común. Igual que la capacidad de pensar reservada al privilegio de la personas. Preguntémonos, pues, como sugiere ella, cómo podríamos vivir desocupando el lugar que nos pertenece y deshagámonos, de una vez por todas, de las esencias, los ideales y las oposiciones. Palpitar Palpar no es un juicio de valor ni una maraña de seducciones. Me atrevería a decir que lo que se pone en juego en su invitación es precisamente otra cosa: la escucha como filosofía de la promiscuidad y la vida que se vive en las distancias cortas. — PALPITAR PALPAR 25 de junio de 2020 · Texto para la exposición de Laura Llaneli en la galería ADN de Barcelona · Quien conozca la práctica artística de Laura Llaneli sabe que el sonido es un cuerpo pensante y que no se puede pensar sin comprender que las ideas son vibraciones tocantes; que más allá (y más acá) de la razón consciente existen las emociones, lo que no se puede decir con palabras ni notaciones. Para quien no la conozca, diré que con ella hemos aprendido a leer y escuchar de nuevo, a descubrir que la música es una actitud política, un estado de agitación y un conjunto de relaciones. Su investigación sonora no se puede entender, entonces, sin aceptar que el arte toma sentido como una sinfonía de provocaciones, estados y transiciones. Lo vimos en su crítica al patrón cultural del ritmo 4/4 en Scott4 (2017); en la recodificación del lenguaje sintético EL MIDI (2018); y, en su reciente elogio a Ada Lovelace, la programadora y su doble. Laura expone y se expone alzando su voz, siempre acompañada de partituras, imágenes y sintetizadores. Pero lo que nos presenta aquí es otra cosa. Parad un momento y escuchad: STOP METAFÍSICA, NO MÁS SEPARACIONES. Sabemos que nuestra forma de pensar, nuestro sentido común, es metafísico. Que vivimos, de forma habitual, atravesando polaridades continuamente (cultura/natura, masculino/femenino, humano/no-humano, persona/animal, habla/escritura, y así un largo etcétera). Esto no es sólo una sistema de oposición semántico, sino que establece una jerarquía constitucional y el orden de todas las cosas. Así es como la cultura está por encima de la natura y lo masculino… ya sabéis. Esta jerarquía opera de forma violenta, excluye la irracionalidad, lo que permanece oculto, las voces bajas, lo no-pensable, o lo menos importante. Vive la déconstruction, nos diría el filósofo francés de origen argelino, la lengua es siempre la lengua del otro. Esto Llaneli lo conoce muy bien. Por eso, en esta ocasión, da voz a la segunda parte de la oposición y es el instrumento el que nos toca. Palpitar Palpar (¡qué sonoridad tan preciosa!). Una audio-instalación dirían algunos o el parlamento de las cosas. Una comuna, un bosque, un pulmón, la red neuronal, una simbiosis… Una primera aproximación nos diría que el gesto de Laura Llaneli tiene que ver con una cierta idea de hospitalidad sonora, que incorpora las voces de otros cuerpos en su parla silenciosa.LLaneli nos presenta un único cuerpo material hecho de vibraciones. Su palabra es tu palabra, la suya y la de todas. Acero, magnetita y terciopelo. El habla de un solo cuerpo… ¿Lo notas? Este es el giro epistemológico que Palpitar Palpar presenta: un ejercicio de intimidad contra el lenguaje materno y sus dominaciones. ¿No es acaso la lengua materna el reverso de la autoridad paterna, origen de la individualidad y de las separaciones? ¿No se esconde bajo el tierno velo de su amor el orden de la ley y sus inscripciones? «Es con la lengua materna que aprendemos a hablar pero también a odiar todo lo que nos es ajeno» –diría la filósofa catalana Laura Llevadot–, «como si nos hubiera poseído y no pudiéramos escapar jamás de los embates de su sujeción». La única forma de resistir al dominio de la lengua que heredamos es, según Derrida, haciéndola pasar por una impropiedad, expropiarla. La conductividad tentacular de Palpitar Palpar expropia el lenguaje de su ideología binaria. Su concepción de lo performativo en lo escultórico tiene lugar como un desplazamiento de los valores y las ideas que hemos naturalizado desde bien pequeñas. Aquí la escucha no es individual ni a escala uno-uno, sino más bien un fenómeno comunal basado en el todos por igual. Y es precisamente esta escucha colectiva –algo que Laura comparte desde 2014 en la programación continuada de las Sesiones de eschucha–, lo que nos ofrece la posibilidad de explorar maneras en las que el sonido puede abrir nuevos canales para la percepción inter e infra subjetiva, conectando cuerpos, texturas y voces con diversos espacios de experiencia personal, estética y política, y acercándonos a la materia oscura que acecha al sonido cuando es un cuerpo impropio el que nos habla. Así, con un sencillo paso hacia atrás, Laura Llaneli nos recuerda que las esencias, los moldes y las identidades son un mito filosófico que ha devenido político. Que de madre solo hay una, insustituible y natural, es quizás la mayor ficción de nuestro sentido común. Igual que la capacidad de pensar reservada al privilegio de la personas. Preguntémonos, pues, como sugiere ella, cómo podríamos vivir desocupando el lugar que nos pertenece y deshagámonos, de una vez por todas, de las esencias, los ideales y las oposiciones. Palpitar Palpar no es un juicio de valor ni una maraña de seducciones. Me atrevería a decir que lo que se pone en juego en su invitación es precisamente otra cosa: la escucha como filosofía de la promiscuidad y la vida que se vive en las distancias cortas. — PALPITAR PALPAR 25 de junio de 2020 · Texto para la exposición de Laura Llaneli en la galería ADN de Barcelona · Quien conozca la práctica artística de Laura Llaneli sabe que el sonido es un cuerpo pensante y que no se puede pensar sin comprender que las ideas son vibraciones tocantes; que más allá (y más acá) de la razón consciente existen las emociones, lo que no se puede decir con palabras ni notaciones. Para quien no la conozca, diré que con ella hemos aprendido a leer y escuchar de nuevo, a descubrir que la música es una actitud política, un estado de agitación y un conjunto de relaciones. Su investigación sonora no se puede entender, entonces, sin aceptar que el arte toma sentido como una sinfonía de provocaciones, estados y transiciones. Lo vimos en su crítica al patrón cultural del ritmo 4/4 en Scott4 (2017); en la recodificación del lenguaje sintético EL MIDI (2018); y, en su reciente elogio a Ada Lovelace, la programadora y su doble. Laura expone y se expone alzando su voz, siempre acompañada de partituras, imágenes y sintetizadores. Pero lo que nos presenta aquí es otra cosa. Parad un momento y escuchad: STOP METAFÍSICA, NO MÁS SEPARACIONES. Sabemos que nuestra forma de pensar, nuestro sentido común, es metafísico. Que vivimos, de forma habitual, atravesando polaridades continuamente (cultura/natura, masculino/femenino, humano/no-humano, persona/animal, habla/escritura, y así un largo etcétera). Esto no es sólo una sistema de oposición semántico, sino que establece una jerarquía constitucional y el orden de todas las cosas. Así es como la cultura está por encima de la natura y lo masculino… ya sabéis. Esta jerarquía opera de forma violenta, excluye la irracionalidad, lo que permanece oculto, las voces bajas, lo no-pensable, o lo menos importante. Vive la déconstruction, nos diría el filósofo francés de origen argelino, la lengua es siempre la lengua del otro. Esto Llaneli lo conoce muy bien. Por eso, en esta ocasión, da voz a la segunda parte de la oposición y es el instrumento el que nos toca. Palpitar Palpar (¡qué sonoridad tan preciosa!). Una audio-instalación dirían algunos o el parlamento de las cosas. Una comuna, un bosque, un pulmón, la red neuronal, una simbiosis… Una primera aproximación nos diría que el gesto de Laura Llaneli tiene que ver con una cierta idea de hospitalidad sonora, que incorpora las voces de otros cuerpos en su parla silenciosa.LLaneli nos presenta un único cuerpo material hecho de vibraciones. Su palabra es tu palabra, la suya y la de todas. Acero, magnetita y terciopelo. El habla de un solo cuerpo… ¿Lo notas? Este es el giro epistemológico que Palpitar Palpar presenta: un ejercicio de intimidad contra el lenguaje materno y sus dominaciones. ¿No es acaso la lengua materna el reverso de la autoridad paterna, origen de la individualidad y de las separaciones? ¿No se esconde bajo el tierno velo de su amor el orden de la ley y sus inscripciones? «Es con la lengua materna que aprendemos a hablar pero también a odiar todo lo que nos es ajeno» –diría la filósofa catalana Laura Llevadot–, «como si nos hubiera poseído y no pudiéramos escapar jamás de los embates de su sujeción». La única forma de resistir al dominio de la lengua que heredamos es, según Derrida, haciéndola pasar por una impropiedad, expropiarla. La conductividad tentacular de Palpitar Palpar expropia el lenguaje de su ideología binaria. Su concepción de lo performativo en lo escultórico tiene lugar como un desplazamiento de los valores y las ideas que hemos naturalizado desde bien pequeñas. Aquí la escucha no es individual ni a escala uno-uno, sino más bien un fenómeno comunal basado en el todos por igual. Y es precisamente esta escucha colectiva –algo que Laura comparte desde 2014 en la programación continuada de las Sesiones de eschucha–, lo que nos ofrece la posibilidad de explorar maneras en las que el sonido puede abrir nuevos canales para la percepción inter e infra subjetiva, conectando cuerpos, texturas y voces con diversos espacios de experiencia personal, estética y política, y acercándonos a la materia oscura que acecha al sonido cuando es un cuerpo impropio el que nos habla. Así, con un sencillo paso hacia atrás, Laura Llaneli nos recuerda que las esencias, los moldes y las identidades son un mito filosófico que ha devenido político. Que de madre solo hay una, insustituible y natural, es quizás la mayor ficción de nuestro sentido común. Igual que la capacidad de pensar reservada al privilegio de la personas. Preguntémonos, pues, como sugiere ella, cómo podríamos vivir desocupando el lugar que nos pertenece y deshagámonos, de una vez por todas, de las esencias, los ideales y las oposiciones. Palpitar Palpar no es un juicio de valor ni una maraña de seducciones. Me atrevería a decir que lo que se pone en juego en su invitación es precisamente otra cosa: la escucha como filosofía de la promiscuidad y la vida que se vive en las distancias cortas. — PALPITAR PALPAR 25 de junio de 2020 · Texto para la exposición de Laura Llaneli en la galería ADN de Barcelona · Quien conozca la práctica artística de Laura Llaneli sabe que el sonido es un cuerpo pensante y que no se puede pensar sin comprender que las ideas son vibraciones tocantes; que más allá (y más acá) de la razón consciente existen las emociones, lo que no se puede decir con palabras ni notaciones. Para quien no la conozca, diré que con ella hemos aprendido a leer y escuchar de nuevo, a descubrir que la música es una actitud política, un estado de agitación y un conjunto de relaciones. Su investigación sonora no se puede entender, entonces, sin aceptar que el arte toma sentido como una sinfonía de provocaciones, estados y transiciones. Lo vimos en su crítica al patrón cultural del ritmo 4/4 en Scott4 (2017); en la recodificación del lenguaje sintético EL MIDI (2018); y, en su reciente elogio a Ada Lovelace, la programadora y su doble. Laura expone y se expone alzando su voz, siempre acompañada de partituras, imágenes y sintetizadores. Pero lo que nos presenta aquí es otra cosa. Parad un momento y escuchad: STOP METAFÍSICA, NO MÁS SEPARACIONES. Sabemos que nuestra forma de pensar, nuestro sentido común, es metafísico. Que vivimos, de forma habitual, atravesando polaridades continuamente (cultura/natura, masculino/femenino, humano/no-humano, persona/animal, habla/escritura, y así un largo etcétera). Esto no es sólo una sistema de oposición semántico, sino que establece una jerarquía constitucional y el orden de todas las cosas. Así es como la cultura está por encima de la natura y lo masculino… ya sabéis. Esta jerarquía opera de forma violenta, excluye la irracionalidad, lo que permanece oculto, las voces bajas, lo no-pensable, o lo menos importante. Vive la déconstruction, nos diría el filósofo francés de origen argelino, la lengua es siempre la lengua del otro. Esto Llaneli lo conoce muy bien. Por eso, en esta ocasión, da voz a la segunda parte de la oposición y es el instrumento el que nos toca. Palpitar Palpar (¡qué sonoridad tan preciosa!). Una audio-instalación dirían algunos o el parlamento de las cosas. Una comuna, un bosque, un pulmón, la red neuronal, una simbiosis… Una primera aproximación nos diría que el gesto de Laura Llaneli tiene que ver con una cierta idea de hospitalidad sonora, que incorpora las voces de otros cuerpos en su parla silenciosa.LLaneli nos presenta un único cuerpo material hecho de vibraciones. Su palabra es tu palabra, la suya y la de todas. Acero, magnetita y terciopelo. El habla de un solo cuerpo… ¿Lo notas? Este es el giro epistemológico que Palpitar Palpar presenta: un ejercicio de intimidad contra el lenguaje materno y sus dominaciones. ¿No es acaso la lengua materna el reverso de la autoridad paterna, origen de la individualidad y de las separaciones? ¿No se esconde bajo el tierno velo de su amor el orden de la ley y sus inscripciones? «Es con la lengua materna que aprendemos a hablar pero también a odiar todo lo que nos es ajeno» –diría la filósofa catalana Laura Llevadot–, «como si nos hubiera poseído y no pudiéramos escapar jamás de los embates de su sujeción». La única forma de resistir al dominio de la lengua que heredamos es, según Derrida, haciéndola pasar por una impropiedad, expropiarla. La conductividad tentacular de Palpitar Palpar expropia el lenguaje de su ideología binaria. Su concepción de lo performativo en lo escultórico tiene lugar como un desplazamiento de los valores y las ideas que hemos naturalizado desde bien pequeñas. Aquí la escucha no es individual ni a escala uno-uno, sino más bien un fenómeno comunal basado en el todos por igual. Y es precisamente esta escucha colectiva –algo que Laura comparte desde 2014 en la programación continuada de las Sesiones de eschucha–, lo que nos ofrece la posibilidad de explorar maneras en las que el sonido puede abrir nuevos canales para la percepción inter e infra subjetiva, conectando cuerpos, texturas y voces con diversos espacios de experiencia personal, estética y política, y acercándonos a la materia oscura que acecha al sonido cuando es un cuerpo impropio el que nos habla. Así, con un sencillo paso hacia atrás, Laura Llaneli nos recuerda que las esencias, los moldes y las identidades son un mito filosófico que ha devenido político. Que de madre solo hay una, insustituible y natural, es quizás la mayor ficción de nuestro sentido común. Igual que la capacidad de pensar reservada al privilegio de la personas. Preguntémonos, pues, como sugiere ella, cómo podríamos vivir desocupando el lugar que nos pertenece y deshagámonos, de una vez por todas, de las esencias, los ideales y las oposiciones. Palpitar Palpar no es un juicio de valor ni una maraña de seducciones. Me atrevería a decir que lo que se pone en juego en su invitación es precisamente otra cosa: la escucha como filosofía de la promiscuidad y la vida que se vive en las distancias cortas. — PALPITAR PALPAR 25 de junio de 2020 · Texto para la exposición de Laura Llaneli en la galería ADN de Barcelona · Quien conozca la práctica artística de Laura Llaneli sabe que el sonido es un cuerpo pensante y que no se puede pensar sin comprender que las ideas son vibraciones tocantes; que más allá (y más acá) de la razón consciente existen las emociones, lo que no se puede decir con palabras ni notaciones. Para quien no la conozca, diré que con ella hemos aprendido a leer y escuchar de nuevo, a descubrir que la música es una actitud política, un estado de agitación y un conjunto de relaciones. Su investigación sonora no se puede entender, entonces, sin aceptar que el arte toma sentido como una sinfonía de provocaciones, estados y transiciones. Lo vimos en su crítica al patrón cultural del ritmo 4/4 en Scott4 (2017); en la recodificación del lenguaje sintético EL MIDI (2018); y, en su reciente elogio a Ada Lovelace, la programadora y su doble. Laura expone y se expone alzando su voz, siempre acompañada de partituras, imágenes y sintetizadores. Pero lo que nos presenta aquí es otra cosa. Parad un momento y escuchad: STOP METAFÍSICA, NO MÁS SEPARACIONES. Sabemos que nuestra forma de pensar, nuestro sentido común, es metafísico. Que vivimos, de forma habitual, atravesando polaridades continuamente (cultura/natura, masculino/femenino, humano/no-humano, persona/animal, habla/escritura, y así un largo etcétera). Esto no es sólo una sistema de oposición semántico, sino que establece una jerarquía constitucional y el orden de todas las cosas. Así es como la cultura está por encima de la natura y lo masculino… ya sabéis. Esta jerarquía opera de forma violenta, excluye la irracionalidad, lo que permanece oculto, las voces bajas, lo no-pensable, o lo menos importante. Vive la déconstruction, nos diría el filósofo francés de origen argelino, la lengua es siempre la lengua del otro. Esto Llaneli lo conoce muy bien. Por eso, en esta ocasión, da voz a la segunda parte de la oposición y es el instrumento el que nos toca. Palpitar Palpar (¡qué sonoridad tan preciosa!). Una audio-instalación dirían algunos o el parlamento de las cosas. Una comuna, un bosque, un pulmón, la red neuronal, una simbiosis… Una primera aproximación nos diría que el gesto de Laura Llaneli tiene que ver con una cierta idea de hospitalidad sonora, que incorpora las voces de otros cuerpos en su parla silenciosa.LLaneli nos presenta un único cuerpo material hecho de vibraciones. Su palabra es tu palabra, la suya y la de todas. Acero, magnetita y terciopelo. El habla de un solo cuerpo… ¿Lo notas? Este es el giro epistemológico que Palpitar Palpar presenta: un ejercicio de intimidad contra el lenguaje materno y sus dominaciones. ¿No es acaso la lengua materna el reverso de la autoridad paterna, origen de la individualidad y de las separaciones? ¿No se esconde bajo el tierno velo de su amor el orden de la ley y sus inscripciones? «Es con la lengua materna que aprendemos a hablar pero también a odiar todo lo que nos es ajeno» –diría la filósofa catalana Laura Llevadot–, «como si nos hubiera poseído y no pudiéramos escapar jamás de los embates de su sujeción». La única forma de resistir al dominio de la lengua que heredamos es, según Derrida, haciéndola pasar por una impropiedad, expropiarla. La conductividad tentacular de Palpitar Palpar expropia el lenguaje de su ideología binaria. Su concepción de lo performativo en lo escultórico tiene lugar como un desplazamiento de los valores y las ideas que hemos naturalizado desde bien pequeñas. Aquí la escucha no es individual ni a escala uno-uno, sino más bien un fenómeno comunal basado en el todos por igual. Y es precisamente esta escucha colectiva –algo que Laura comparte desde 2014 en la programación continuada de las Sesiones de eschucha–, lo que nos ofrece la posibilidad de explorar maneras en las que el sonido puede abrir nuevos canales para la percepción inter e infra subjetiva, conectando cuerpos, texturas y voces con diversos espacios de experiencia personal, estética y política, y acercándonos a la materia oscura que acecha al sonido cuando es un cuerpo impropio el que nos habla. Así, con un sencillo paso hacia atrás, Laura Llaneli nos recuerda que las esencias, los moldes y las identidades son un mito filosófico que ha devenido político. Que de madre solo hay una, insustituible y natural, es quizás la mayor ficción de nuestro sentido común. Igual que la capacidad de pensar reservada al privilegio de la personas. Preguntémonos, pues, como sugiere ella, cómo podríamos vivir desocupando el lugar que nos pertenece y deshagámonos, de una vez por todas, de las esencias, los ideales y las oposiciones. Palpitar Palpar no es un juicio de valor ni una maraña de seducciones. Me atrevería a decir que lo que se pone en juego en su invitación es precisamente otra cosa: la escucha como filosofía de la promiscuidad y la vida que se vive en las distancias cortas. — PALPITAR PALPAR 25 de junio de 2020 · Texto para la exposición de Laura Llaneli en la galería ADN de Barcelona · Quien conozca la práctica artística de Laura Llaneli sabe que el sonido es un cuerpo pensante y que no se puede pensar sin comprender que las ideas son vibraciones tocantes; que más allá (y más acá) de la razón consciente existen las emociones, lo que no se puede decir con palabras ni notaciones. Para quien no la conozca, diré que con ella hemos aprendido a leer y escuchar de nuevo, a descubrir que la música es una actitud política, un estado de agitación y un conjunto de relaciones. Su investigación sonora no se puede entender, entonces, sin aceptar que el arte toma sentido como una sinfonía de provocaciones, estados y transiciones. Lo vimos en su crítica al patrón cultural del ritmo 4/4 en Scott4 (2017); en la recodificación del lenguaje sintético EL MIDI (2018); y, en su reciente elogio a Ada Lovelace, la programadora y su doble. Laura expone y se expone alzando su voz, siempre acompañada de partituras, imágenes y sintetizadores. Pero lo que nos presenta aquí es otra cosa. Parad un momento y escuchad: STOP METAFÍSICA, NO MÁS SEPARACIONES. Sabemos que nuestra forma de pensar, nuestro sentido común, es metafísico. Que vivimos, de forma habitual, atravesando polaridades continuamente (cultura/natura, masculino/femenino, humano/no-humano, persona/animal, habla/escritura, y así un largo etcétera). Esto no es sólo una sistema de oposición semántico, sino que establece una jerarquía constitucional y el orden de todas las cosas. Así es como la cultura está por encima de la natura y lo masculino… ya sabéis. Esta jerarquía opera de forma violenta, excluye la irracionalidad, lo que permanece oculto, las voces bajas, lo no-pensable, o lo menos importante. Vive la déconstruction, nos diría el filósofo francés de origen argelino, la lengua es siempre la lengua del otro. Esto Llaneli lo conoce muy bien. Por eso, en esta ocasión, da voz a la segunda parte de la oposición y es el instrumento el que nos toca. Palpitar Palpar (¡qué sonoridad tan preciosa!). Una audio-instalación dirían algunos o el parlamento de las cosas. Una comuna, un bosque, un pulmón, la red neuronal, una simbiosis… Una primera aproximación nos diría que el gesto de Laura Llaneli tiene que ver con una cierta idea de hospitalidad sonora, que incorpora las voces de otros cuerpos en su parla silenciosa.LLaneli nos presenta un único cuerpo material hecho de vibraciones. Su palabra es tu palabra, la suya y la de todas. Acero, magnetita y terciopelo. El habla de un solo cuerpo… ¿Lo notas? Este es el giro epistemológico que Palpitar Palpar presenta: un ejercicio de intimidad contra el lenguaje materno y sus dominaciones. ¿No es acaso la lengua materna el reverso de la autoridad paterna, origen de la individualidad y de las separaciones? ¿No se esconde bajo el tierno velo de su amor el orden de la ley y sus inscripciones? «Es con la lengua materna que aprendemos a hablar pero también a odiar todo lo que nos es ajeno» –diría la filósofa catalana Laura Llevadot–, «como si nos hubiera poseído y no pudiéramos escapar jamás de los embates de su sujeción». La única forma de resistir al dominio de la lengua que heredamos es, según Derrida, haciéndola pasar por una impropiedad, expropiarla. La conductividad tentacular de Palpitar Palpar expropia el lenguaje de su ideología binaria. Su concepción de lo performativo en lo escultórico tiene lugar como un desplazamiento de los valores y las ideas que hemos naturalizado desde bien pequeñas. Aquí la escucha no es individual ni a escala uno-uno, sino más bien un fenómeno comunal basado en el todos por igual. Y es precisamente esta escucha colectiva –algo que Laura comparte desde 2014 en la programación continuada de las Sesiones de eschucha–, lo que nos ofrece la posibilidad de explorar maneras en las que el sonido puede abrir nuevos canales para la percepción inter e infra subjetiva, conectando cuerpos, texturas y voces con diversos espacios de experiencia personal, estética y política, y acercándonos a la materia oscura que acecha al sonido cuando es un cuerpo impropio el que nos habla. Así, con un sencillo paso hacia atrás, Laura Llaneli nos recuerda que las esencias, los moldes y las identidades son un mito filosófico que ha devenido político. Que de madre solo hay una, insustituible y natural, es quizás la mayor ficción de nuestro sentido común. Igual que la capacidad de pensar reservada al privilegio de la personas. Preguntémonos, pues, como sugiere ella, cómo podríamos vivir desocupando el lugar que nos pertenece y deshagámonos, de una vez por todas, de las esencias, los ideales y las oposiciones. Palpitar Palpar no es un juicio de valor ni una maraña de seducciones. Me atrevería a decir que lo que se pone en juego en su invitación es precisamente otra cosa: la escucha como filosofía de la promiscuidad y la vida que se vive en las distancias cortas. — PALPITAR PALPAR 25 de junio de 2020 · Texto para la exposición de Laura Llaneli en la galería ADN de Barcelona · Quien conozca la práctica artística de Laura Llaneli sabe que el sonido es un cuerpo pensante y que no se puede pensar sin comprender que las ideas son vibraciones tocantes; que más allá (y más acá) de la razón consciente existen las emociones, lo que no se puede decir con palabras ni notaciones. Para quien no la conozca, diré que con ella hemos aprendido a leer y escuchar de nuevo, a descubrir que la música es una actitud política, un estado de agitación y un conjunto de relaciones. Su investigación sonora no se puede entender, entonces, sin aceptar que el arte toma sentido como una sinfonía de provocaciones, estados y transiciones. Lo vimos en su crítica al patrón cultural del ritmo 4/4 en Scott4 (2017); en la recodificación del lenguaje sintético EL MIDI (2018); y, en su reciente elogio a Ada Lovelace, la programadora y su doble. Laura expone y se expone alzando su voz, siempre acompañada de partituras, imágenes y sintetizadores. Pero lo que nos presenta aquí es otra cosa. Parad un momento y escuchad: STOP METAFÍSICA, NO MÁS SEPARACIONES. Sabemos que nuestra forma de pensar, nuestro sentido común, es metafísico. Que vivimos, de forma habitual, atravesando polaridades continuamente (cultura/natura, masculino/femenino, humano/no-humano, persona/animal, habla/escritura, y así un largo etcétera). Esto no es sólo una sistema de oposición semántico, sino que establece una jerarquía constitucional y el orden de todas las cosas. Así es como la cultura está por encima de la natura y lo masculino… ya sabéis. Esta jerarquía opera de forma violenta, excluye la irracionalidad, lo que permanece oculto, las voces bajas, lo no-pensable, o lo menos importante. Vive la déconstruction, nos diría el filósofo francés de origen argelino, la lengua es siempre la lengua del otro. Esto Llaneli lo conoce muy bien. Por eso, en esta ocasión, da voz a la segunda parte de la oposición y es el instrumento el que nos toca. Palpitar Palpar (¡qué sonoridad tan preciosa!). Una audio-instalación dirían algunos o el parlamento de las cosas. Una comuna, un bosque, un pulmón, la red neuronal, una simbiosis… Una primera aproximación nos diría que el gesto de Laura Llaneli tiene que ver con una cierta idea de hospitalidad sonora, que incorpora las voces de otros cuerpos en su parla silenciosa.LLaneli nos presenta un único cuerpo material hecho de vibraciones. Su palabra es tu palabra, la suya y la de todas. Acero, magnetita y terciopelo. El habla de un solo cuerpo… ¿Lo notas? Este es el giro epistemológico que Palpitar Palpar presenta: un ejercicio de intimidad contra el lenguaje materno y sus dominaciones. ¿No es acaso la lengua materna el reverso de la autoridad paterna, origen de la individualidad y de las separaciones? ¿No se esconde bajo el tierno velo de su amor el orden de la ley y sus inscripciones? «Es con la lengua materna que aprendemos a hablar pero también a odiar todo lo que nos es ajeno» –diría la filósofa catalana Laura Llevadot–, «como si nos hubiera poseído y no pudiéramos escapar jamás de los embates de su sujeción». La única forma de resistir al dominio de la lengua que heredamos es, según Derrida, haciéndola pasar por una impropiedad, expropiarla. La conductividad tentacular de Palpitar Palpar expropia el lenguaje de su ideología binaria. Su concepción de lo performativo en lo escultórico tiene lugar como un desplazamiento de los valores y las ideas que hemos naturalizado desde bien pequeñas. Aquí la escucha no es individual ni a escala uno-uno, sino más bien un fenómeno comunal basado en el todos por igual. Y es precisamente esta escucha colectiva –algo que Laura comparte desde 2014 en la programación continuada de las Sesiones de eschucha–, lo que nos ofrece la posibilidad de explorar maneras en las que el sonido puede abrir nuevos canales para la percepción inter e infra subjetiva, conectando cuerpos, texturas y voces con diversos espacios de experiencia personal, estética y política, y acercándonos a la materia oscura que acecha al sonido cuando es un cuerpo impropio el que nos habla. Así, con un sencillo paso hacia atrás, Laura Llaneli nos recuerda que las esencias, los moldes y las identidades son un mito filosófico que ha devenido político. Que de madre solo hay una, insustituible y natural, es quizás la mayor ficción de nuestro sentido común. Igual que la capacidad de pensar reservada al privilegio de la personas. Preguntémonos, pues, como sugiere ella, cómo podríamos vivir desocupando el lugar que nos pertenece y deshagámonos, de una vez por todas, de las esencias, los ideales y las oposiciones. Palpitar Palpar no es un juicio de valor ni una maraña de seducciones. Me atrevería a decir que lo que se pone en juego en su invitación es precisamente otra cosa: la escucha como filosofía de la promiscuidad y la vida que se vive en las distancias cortas. —