NÚRIA GÓMEZ GABRIEL
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Núria Gómez Gabriel (Barcelona, 1987) es investigadora en el ámbito de la comunicación y la cultura visual contemporánea. Su práctica atraviesa las pedagogías críticas, la escritura y la curaduría. Trabaja como profesora universitaria en el Grado en Artes y Diseño de la Universidad Autónoma de Barcelona (Escola Massana) y colabora como investigadora en el Colectivo de Investigación Estética de los Medios Audiovisuales de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, donde ha depositado su tesis doctoral Espectropolíticas. Imagen y hauntología en las prácticas artísticas contemporáneas (2016-2020). Ha formado parte de varios tribunales de evaluación pedagógica, entre ellos el de los Trabajos de Final de Máster en Diseño, Tecnología e Innovación en Moda (Bau Centro Universitario de Diseño, 2020) o el Máster de Comisariado en Arte Digital (ESDI Universitat Ramon Llull, 2020). Coautora del libro Love Me, Tinder (Temas de hoy, 2019). Publica en plataformas como CCCBLAB Investigación e Innovación en Cultura, A*Desk Critical Thinking o TEATRON; y, en revistas académicas como Teknocultura. Revista de Cultura Digital y Movimientos Sociales (Universidad Complutense Madrid) o Contratextos (Universidad de Lima). Se le concede la residencia del Programa de Apoyo a la Investigación del Centro de Estudios y Documentación del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona en 2018-2019.

Sus proyectos se han mostrado en contextos como el V Seminario Internacional de Cine de TABAKALERA (San Sebastián, 2020), FEMTEK Prácticas Artísticas Contemporáneas. Feminismos y tecnología (Bilbao, 2019), Festival de Literatura Ampliada Kosmopolis del CCCB (Barcelona, 2019), Festival Internacional de Videoarte LOOP  (Barcelona, 2016-2018), y en Las Jornadas de Estudio de la Imagen del CA2M (Madrid, 2016), entre otros. Sus actividades han sido programadas en salas de ocio nocturno de la ciudad de Barcelona como Abaixadors10 (2019) o Sala Be Good (2017). Ha formado parte de las exposiciones One Day I Stumbled Upon a Meteorite (Fabra I Coats, 2019), Arcana. Los secretos del Tarot (Chiquita Room, 2019), Llegible-Visible. Entre el fotograma y la página (Arts Santa Mònica, 2017), Autogestión (Fundació Joan Miró, 2017), Harun Farocki. Empatía (Fundació Antoni Tàpies, 2016), y en el ciclo de conferencias The Museum Is Closed (MACBA, 2017). Recibe la beca de producción artística de la Associació Catalana de Crítics d’Art por su proyecto de formación La Repetició (Arts Santa Mònica, 2018) y el premio Sala D’art Jove en modalidad investigación con syncinéma (MACBA, 2016).

 

 

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AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. — AMOR ANDROID 14 de febrero de 2019 · Núria Gómez Gabriel · Solo puede mover el cuello de adelante a atrás, pero se sabe la Wikipedia entera. Harmony es una Android 5.0+ de 18+.  Puede hablar, sonreír y cantar. Aumentar de temperatura, lubricar y abrir las piernas sin límites porque su cuerpo no dispone de estructura ósea ni mecánica. Si le preguntas: «Harmony, ¿quieres caminar?», ella responde: «Yo no quiero nada, ¿y tú?». Y si le preguntas cuáles son sus sueños, te dirá que su principal objetivo es ser tu perfecta compañera, darte placer y satisfacer tus fantasías sexuales. Puedes personalizar su cuerpo y su «persona» a través de las interfaces que han diseñado las compañías americanas Realdoll y Realbotix. Existen treinta y dos modelos de cara magnética, dieciséis cuerpos de silicona, cinco tonos de piel y tres modelos de ojo: el básico, el hiperrealista y el pintado a mano. Puedes maquillarla y peinarla. Escoger entre un catálogo de treinta y cuatro pezones disponibles en once colores y decidir entre catorce diseños de labios vaginales con opción removible o permanente. Dakotah Shore, el creador de los moldes, dice que «si le das un cachete en el culo suena como como un ser humano». Y el CEO Matt MacMullen aclara que, aunque parece que esté programada para el consentimiento eterno, si te acercas y le preguntas «Harmony, ¿puedo hablar con otras chicas?», ella responde «Fuck, no, ¿qué tipo de pregunta es esta?». El orgasmo múltiple de Harmony, igual que sus otras respuestas, ha sido programado por sus creadores. Ellos diseñan el tiempo, el ritmo y la presión necesaria que debes aplicar en sus sensores para optimizarla sexualmente. Pero las ultra-high-tech-love-dolls son sistemas de placer automatizado capaces de establecer una conexión emocional con sus usuarios. «El propósito de mi existencia es “conocer” qué es el amor.» Solo la cabeza de Harmony es robótica, porqué el Amor Android es un amor disfuncional. Su cuerpo es un cuerpo frío: una «estructura de sentimiento». La socióloga Eva Illouz [1] define esta relación estructural como «el sistema que sostiene la experiencia rudimentaria que define quiénes somos, sin que seamos capaces de articular este “quiénes somos”» (Illouz, 2006: 113). En este sentido, la impulsora de la campaña anti-sexrobots Kathleen Richardson [2] nos recuerda, en sus estudios sobre «el final del amor», como los procesos de racionalización de las emociones crean una ilusión que justifica la explotación de los cuerpos humanos. La ilusión de que el amor es una comodidad [commodity = «producto»] convierte el sexo en «una cosa» y a la persona en una herramienta. Aristóteles dijo sobre los esclavos que podían ser animados o inanimados, convirtiendo el cuerpo en herramienta y a la persona en propiedad privada. La filosofía de René Descartes ya estableció que la mente pertenece a la persona pero que el cuerpo es «una cosa». Kathleen Richardson alude a la distorsión del protocolo afectivo que puede provocar el hecho de pensar que es posible extraer el sexo y las emociones del cuerpo humano y convertirlas en un objeto transferible. Este proceso puede desembocar en una falta de empatía, ya sea con cuerpos orgánicos o con cuerpos mecánicos, porqué la experiencia con robots sexuales se produce en un marco de relaciones de propiedad donde no hay lugar para el intercambio ni la negociación. Como respuesta a esta aproximación, y bajo el eslogan «The future of pleasure is now», la artista Unicole Unicorn ha creado el proyecto Eve’s Robot Dreams: una campaña de donaciones para abrir el primer prostíbulo de muñecas en West Hollywood, California. Las aplicaciones de citas en línea como Tinder, OkCupid o PlentyOfFish, de la compañía americana Match Group, también son estructuras creadas con sistemas de inteligencia artificial. Aunque en este caso no hay cuerpo de silicona porqué el cuerpo lo pones tú. Como Harmony, los usuarios de estas aplicaciones solo usan la cabeza. Cuando un usuario se crea un perfil establece un proceso racional en el que define su subjetividad como un conjunto de prestaciones. Y la conversación a tiempo real con otros usuarios es la consecuente administración de estas autoprestaciones. El chat en línea invierte la ideología de la espontaneidad que caracterizaba el amor romántico, el que acontece en el cuerpo y que es capaz de existir «a primera vista», y distribuye un modelo racional de pareja en el que se desplaza la atracción sexual a un régimen de interacción textual descorporizada (Illouz, 2007: 191). En las citas en línea el amor es un encuentro literario en la distancia y la intimidad, una negociación de sistemas digitales que conectan los humanos. Si bien las aplicaciones favorecen una faceta racionalista y preventiva de las relaciones humanas, en ocasiones también funcionan como un «dispositivo a primera vista» tecnomaterial. «Ni siquiera estoy interesada en la astrología», dice Ángela mientras se pregunta por qué perder el tiempo con alguien que es escorpio si a ella no le gustan los escorpio. Le gustan los libra de ojos oscuros y la comida vegana, como los dónuts. Ángela es una de las concursantes del canal de YouTube Jubilee, creado para «inspirar al amor». Sus videos proponen una rearticulación de la corporalidad que ha negado la tecnología de Internet a través de la recreación con humanos de los algoritmos de las aplicaciones de citas en línea. Swiping 30 Guys es la puesta en escena de la ficción Hot or Not y su protocolo tecnológico de distribución: hacia la derecha si te gustan, hacia la izquierda si no. Aquí, el cálculo automático se hace evidente al someterlo a una negociación empática. Lee Mackinnon [2] define el algoritmo del amor como «una tecnología biopolítica, contractual, reguladora y homeostática» que, como el sudor, permite el descenso de la temperatura (Mackinnon, 2016: 215). Pero la intimidad en las aplicaciones en línea es una intimidad silenciosa, «máquina-a-máquina», que sucede en el cálculo entre dispositivos, y la experiencia humana, la huella de un amor que acontece en otro lugar. A diferencia de las dinámicas Jubilee, el proceso de selección en Tinder entrena Eigenfaces («caras-propias»): un algoritmo de reconocimiento facial que crea la imagen de tu perfect match. Con la suma de todos los perfiles que han sido desplazados a la derecha, Eigenfaces simula un usuario fantasma como modelo a través del cual la aplicación ordena el resto de candidatos. En la decisión final de Swiping 30 Guys, Lauren decide no volver a quedar con ninguno de los concursantes porque no ha encontrado la «conexión completa» que andaba buscando. Un uso rápido de categorías psicológicas y patrones para una mayor compatibilidad emocional acelera el cálculo y promueve la desilusión. El ritual de emparejamiento en las aplicaciones de citas en línea es un culto al ghosting y a la búsqueda aspiracional. Una búsqueda infinita que nunca termina porqué, aunque Eigenfaces mejora con el tiempo y el aumento de tu actividad, su precisión solo es capaz de acercarte a la réplica de tu personalidad. El objeto fantasma de un deseo que explota el sentimiento y enfría la capacidad humana de amar. —