De repente, un fuerte dolor que proviene de la parte posterior de la mandíbula te hace salir de la ensoñación en la que estabas metida. Al abrir la boca, notas que el mecanismo que la articula está rígido, como oxidado, y que chirría como una bisagra que hace tiempo que no se mueve. El dolor sube con facilidad por ambos lados de tu cráneo hasta instalarse cómodamente en las sienes. Parece que no te has dado cuenta pero llevas todo el día apretando los dientes como si algo fuese a suceder de manera inminente. Pero no pasa nada o casi nada o algo parecido a lo que describe la camarera con estudios en derecho Laure Vega al hablarnos de un bruxismo de clase como ese gesto que se reproduce ante los daños de la vida áspera y que consiste en “bajar la cabeza, tragar saliva y serrar los dientes porque las respuestas nunca dichas y la voz que nunca se levanta producen un tipo de dolor especialmente agudo al alma.” Y cuando Julia Castelló y Ali A Maderuelo me invitaron a conversar con las artistas de la exposición [DOSMILVINT-I-U] [DOSMILVINT-I-TRES] = 1 encuentro, pensé en pedirles a cada una de ellas algunos objetos y anécdotas que respondieran a la pregunta de si existe un bruxismo asociado a la precariedad cultural de nuestra gen, si podría establecerse un paralelismo entre el trabajo detrás de las obras de la exposición y una férula de descarga o dónde situaban ellas la práctica artística en este contexto. De ahí que junto con les artistes Álvaro Porras, M Reme Silvestre, Claudia Dyboski, Marina Glez. Guerreiro, Álvaro Porras, Diego Navarro, Darío Alva y el público que vino al IVAM estuvimos conversando sobre dentaduras y chewnig tools.