La artista visual Bel Fullana (Mallorca, 1985) señala una revisión irónica de los imaginarios femeninos en torno a las estéticas quinquis y poligoneras. El hecho de que en la actualidad se idolatren estas estéticas y actitudes quinquis por parte de marcas, artistas y productos culturales es algo que Bel Fullana adora y detesta a partes iguales. En esta posición ambivalente se ubica el universo estético que propone la artista: una feminidad alienígena en la que confluyen la oscuridad del tecno y las raves perdidas en los bosques de los noventa, junto con los estilos de vida en la periferia y el extrarradio urbano que en la actualidad han sido fagocitados por movimientos musicales asociados a la droga, la violencia, el sexo, la amistad y el amor como el trap o el reguetón.
Para la muestra «Tractor Buddy», la artista ha trabajado en el desplazamiento de su figuración pictórica a la creación de una escultura que habitaría la franja llamada Monster Girl Fan o Fan de la chica monstruo, ya que conserva una forma humanoide en la que lo monstruoso ocurre cuando algo se sitúa entre lo infantil y lo adulto, lo masculino y femenino, lo no humano y lo humano, lo conocido y desconocido, lo impotente y poderoso, lo espontáneo y deliberado. Pero sobre todo ocurre en un registro desenfadado y a menudo frívolo. Todo ello con actitud juguetona y sin que se nos permita saber a nosotras (sus colegas, el público) si esos aparentes opuestos se hallan en tensión o en armonía. La sexualización monstrificada que encarna la protagonista de la muestra, así como la subordinación de sus formas al objeto de consumo, sería la comprensión dominante de lo que aquí refiere como una estética cukiterrorista, una deformación siniestra de la estética del desvalimiento o una respuesta afectiva a la debilidad que gira en torno al deseo de una relación cada vez más íntima y sensual con objetos en los que se aprecia de por sí una presencia desconocida pero no necesariamente amenazadora.
«Tractor Buddy» se mantiene indiferente a la moralidad, como si no fuera consciente de los conceptos convencionales del bien y del mal. Sin embargo, es consciente de los desastres del mundo. De hecho, en cierta medida, los personifica, pero no recurre a la moralidad en busca de soluciones. Su protagonista puede parecernos un poco cruel, pero no es rencorosa. Puede ser un poco agresiva, pero no es vengativa. Las características y proporciones de su figuración se alejan del extremo puramente dulce de lo cuki porque son un desastre anatómico. Hay una pizca de horror en su inocencia. Sus formas quedan distorsionadas o matizadas por la sombra de algo inseguro, esquivo, alienado, taimado, amenazador, astuto, ansioso, absurdo y resiliente. El cukiterrorismo tiene una trastienda que a menudo vemos como en un espejo. Humor despreocupado, descaro y carácter estrafalario prestan a la nueva criatura de Bel Fullana su fuerza, su nueva dimensión.